miércoles, septiembre 05, 2012

Los paseos por la Villa




Las mañanas en aquella Villa Carlos Paz de principios de septiembre de 1975 eran frescas y luminosas, aunque con algo de bruma al despuntar el alba. Siempre, la noche anterior había sido pesada por esos días de nuestro viaje de egresados. Pero María Elena y yo nos las arreglábamos para estar prestos a eso de las ocho y salir a caminar por el centro. Lo primero que hacíamos era pasar por la capilla –aún cerrada-, en la esquina del hotel  y decir una oración ante sus puertas. Luego de ello, íbamos caminando abrazados, entre bromas risas, hasta el puente para emprender el retorno por la misma calle principal. Nos insumía una hora ese paseíto. Mientras caminábamos, se oía comentar a  un lejano comerciante:”allá vienen los chicos de Venado” por el bullicio que metíamos. Aunque esto también (y con más razón) lo decían del curso completo. Constantemente vuelve a mí este recuerdo: ese rato del día era nuestro como nuestro es ese sentimiento de hermandad que nos une desde siempre.  Aún hoy siento esa ternura con la que me trata. Es la única de mis amigas que, de vez en vez,  me besa en la frente. Ese gesto maternal me llena de devoción hacia ella. Solemos decir que nos adoptamos como hermanos. Es cierto: siendo hijos únicos, decidimos serlo como una secuela de la vida. Ha pasado mucho tiempo desde aquellas mañanas de su livianísima camperita rosa,   pero la pureza de su  alma es la misma, suave y dulce, debajo de ese  torbellino que aparece  de pronto y se lleva puesto todo lo que encuentra. J

© Juan José Mestre.


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