sábado, julio 31, 2010

QUISIERA





Quisiera gozar de esa felicidad inconsciente de creer que se tiene al sol entre las manos cuando el momento es lo menos oportuno. Quisiera gritar al viento la felicidad de ver en la mañana todas promesas en capullos. Soñar que hoy es distinto, que lo hecho, hecho está y es para siempre. Quisiera estar en el azul de unos versos sin pocas pretensiones. En la roja aurora que de pronto se da a la fuga. En el brillo negro del asfalto cuando reverbera el horizonte en el camino. Quisiera que unos ojos me dijeran que estoy de paso entre la delgada línea del olvido y la eterna comarca de los trinos.





© Juan José Mestre

viernes, julio 30, 2010

PLENILUNIO






El lobo aúlla.

La luna brilla

su plata desolada.

El bosque transcurre

su silencio en la noche

con aroma a tiempo.





© Juan José Mestre

miércoles, julio 28, 2010

POEMA EXCLAMATIVO


La existencia

es una continuidad

de luces y penumbras



¡Cuánto se parecen

las unas y las otras!



¡Cuán distantes

están los fulgores

de los ocasos!



¡Qué sería del devenir

si no existiera esa brecha!





© Juan José Mestre



martes, julio 27, 2010

TREMEDAL







Nunca había sentido esa sensación de ahogo. Tampoco nunca creyó que se podía estar tan solo. Había pasado por todas (o al menos eso creía) las situaciones en la vida, pero jamás experimentó aquella opresión en el pecho. Era tan real que intentó extirparla de un golpe, un simple y certero golpe que lo librara de ella. Pero no pudo. Por más que hiciera, seguía ahí, impasiblemente inalterable. Lloró hasta que sus lágrimas se hicieron llagas y el dolor, insoportable. De pronto, un sueño pesado, negro, vacío, se apoderó de él. Inánime, estuvo un largo tiempo inmerso en el más profundo de los letargos. Cuando despertó, ya no era él. Salvo el último retazo de vida que se fundía en la más oscura de las ciénagas.



© Juan José Mestre

lunes, julio 26, 2010

BABEL




Sortilegio de las manos

que hilvanan palabras

sostenidas por torzales

de corazón herido



Sortilegio de la mente

callada meretriz

de palabras afiladas

-bella verba cuya maldad oculta-



Sortilegio del silencio

nada de la nada

en los sagrados campos

de amapolas dejando oír

el curso de la sangre



que nos llama







© Juan José Mestre

sábado, julio 24, 2010

LILIA

Cada mañana me ofrecía el desayuno con manteca, dulces, nueces, jamón, chocolate o café. Y cada mañana, también, contaba con mi tradicional negativa. Hasta que se convirtió en un mero formalismo. Ambos sabíamos que yo no aceptaría. En parte porque ya había desayunado en casa, en parte por mi manía de no comer nada en lo absoluto antes del mediodía. Es que Lilia, la mamá de Leticia Martino, era así de generosa. Dueña de una distinción que pocas veces he visto en mujer alguna, espontánea, inquieta, indomable en sus convicciones, poseía una belleza sin par. Por dentro y por fuera. A eso de las diez, cuando ya habíamos estudiado algo con Leti, llegaba ella con el mate dispuesta a quedarse a charlar más o menos unos diez minutos. Era lo mejor que nos pasaba en la mañana. Sincera como ella sola, dueña de un humor muy suyo, casi inconsciente, hacía que yo me cayera de la risa. Era cuando, mirando al cielo, entre divertida y meditabunda, pensaba en voz alta: “El Flaco se ríe de mí”. Y no, no me reía de ella: me reía, precisamente, de sus ocurrencias y de los miles de anécdotas que acumulaba día a día. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue uno de los seres más ricos de espíritu que la vida me hizo conocer. Nunca olvidaré lo que cada mañana le decía a Leti con sus ojos más claros que el cielo: “El Flaco sería de feliz si viviera con nosotros…” Si no fuera por la felicidad que siempre me brindó mi familia, hoy debería elevar la vista y admitir que mucho no se equivocaba.



© Juan José Mestre

viernes, julio 23, 2010

MONOCROMÍAS


 
Monocromías en las manos que rozan el gris encubierto en las falanges, luces repetidas que no llegan a iluminar los escondrijos velados de reservas, sombras que siempre serán sombras, el reptar que se oculta en la estela polvorienta de la siesta (idéntica sinopsis que repite letanías en su clamor de vuelo), el pobre canto de un gorrión en su soledad de invierno y la febril insistencia de la sima que sólo oye su canción de barro.





© Juan José Mestre

jueves, julio 22, 2010

FANTASIA (Traducción al Catalán de Pere Bessó)

La perfecció és una quimera. I les quimeres m'agrada assaonar-les amb un Malbec suau en una vesprada enutjosa. O potser junt a un piano, sentint La Dansa ritual del foc. I amb el pit agitat encara per la música, buscar el sossec en un estany desbordat per tanta calma. O potser anar-me'n a les altures per a capturar el verd en la seua tossuderia d'hivern. Perseguir els ànecs i el seu sempitern vol cap a un fictici horitzó vespertí. M'agraden les quimeres. I per això, gaudesc del vent rafegat que colpeja el rostre i desperta consciències. Però també el sublim vibrar d'un celo plorant el seu blues d'ensomni amb el saxo tenor que arriba al clímax.


© Juan José Mestre

miércoles, julio 21, 2010

INTROSPECCIÓN

dentro de mí

hallo

un poco de paz

muchas

cuestiones no resueltas

algo

de impotencia encarnecida

todas

las flores teñidas de intolerancia

y

las sombras siempre perdurables

en

este transcurrir del día a día









© Juan José Mestre

lunes, julio 19, 2010

FANTASÍA

FANTASÍA






La perfección es una quimera. Y a las quimeras me gusta sazonarlas con un Malbec suave en una tarde desapacible. O tal vez junto a un piano, oyendo La Danza ritual del fuego. Y con el pecho agitado todavía por la música, buscar el sosiego en un estanque desbordado por tanta calma. O tal vez irme a las alturas para capturar el verde en su terquedad de invierno. Perseguir a los patos y su sempiterno vuelo hacia un ficticio horizonte vespertino. Me gustan las quimeras. Y por tal, disfruto del viento racheado que golpea el rostro y despierta conciencias. Mas también el sublime vibrar de un chelo llorando su bues de ensueño con el saxo tenor que llega al clímax.





© Juan José Mestre

sábado, julio 17, 2010

LO REPENTINO



Es un vuelo detenido en el estanque,
un canto amputado,
básica elipsis del martirio
de vivir cada día
con la muerte mirando de soslayo.

Y, de pronto, la perplejidad que sacude y tambalea…





© Juan José Mestre

viernes, julio 16, 2010

DILUYENTE

Los silencios aturdidos. El pensamiento borroso por el sueño. Un bamboleo al caminar lo solitario del tiempo y el espacio. Esa casi inextricable sequedad de los labios cuando la mudez se escurre entre los gritos. Un agridulce acontecer en la intemperie del alma fluctuante en los arpegios. Disonante sigilo perpetuado en la contradicción de la prisa. La lejanía está cada vez más cerca. O eso parece. Porque todas las certezas se diluyen con el frío.





© Juan José Mestre



jueves, julio 15, 2010

EL CIELO, LA TRISTEZA, LA LOCURA

El órgano se oye a lo lejos. La tristeza, en sus notas, es una subrepticia fisura en el helado rostro de una mujer trashumante, enloquecida. En cada silencio escapa una lágrima, lamento de sus pasos sobre la escarcha. Un pino eleva su perenne alegoría de muerte a un costado del paisaje. La letanía furiosa del viento no se detiene. Algunas notas se escuchan todavía. Pronto, el viento y el silencio llorarán lo poco que queda de esa música opaca como el cielo inconmovible.


© Juan José Mestre

miércoles, julio 14, 2010

EL FULBITO

Un crayón divide el cielo en dos
dioses oficiales vs. no sindicalizados
parece ser la contienda
ruego que jueguen su partido
con la jabulani
asi la pifian
que bastante maltrecha
está la esfera terráquea
para que estos pillos
le asesten otro golpe.


© Juan José Mestre

martes, julio 13, 2010

Tiempo y Palabra

Un determinismo infalible recae sobre el pasado. No hay modo de cambiarlo. Tampoco es posible llorar sobre un río que retorna a la vertiente. No es posible volver el tiempo atrás, tampoco es predecible el futuro. Lo único certero es el microsegundo en el que mantengo presionada una tecla para formar una palabra. Y con esa palabra puedo herir, matar, enamorar, pactar con el diablo o bendecir el azul. Con el verbo puedo ser completamente humano. En el Tiempo tal vez halle un poco del perdón que necesito. Tiempo y palabra. Cuánto de misterio y de oscurantismo puede haber en ellos…

© Juan José Mestre

lunes, julio 12, 2010

LA POESÍA

La poesía está en todas partes. Sólo hay que saber encontrarla. Está en una gota de agua, en el seco individualismo de un grano de arena, en una hoja asolada por el viento. Está en el mohín inconsciente de un cachorro, en la púrpura verdad de la aurora, en el ladrido teatral de un perro o en la mirada de unos ojos claros. Está en la profundidad del mar, en las alas de un ave, en el sueño imposible que sin embargo es sueño acogedor de sueños. En la luna del poeta y en la del lobo. Está en el llanto y en la risa, en el cardo y la lavanda. En la luz que asoma con sus grises, en el canto precoz de una cría y en tus manos al rozar las mías.


© Juan José Mestre

sábado, julio 10, 2010

RESQUICIO

Mañana es mañana. Hoy es hoy. En el entretanto, un atisbo de pausa. Una grieta en el tiempo.



© Juan José Mestre

viernes, julio 09, 2010

CONCORDANCIA

Huyes de todo
No importan catálogos
de santos o demonios

eres la cabra parlante para algunos

Para otros simplemente un hombre
¿por qué no te defines y dices
que te ajustas sólo a lo ambiguo?

(luego, puedes seguir huyendo)





© Juan José Mestre

jueves, julio 08, 2010

SENDEROS

A veces, sólo a veces, se parecen los senderos. No hay ninguno igual. Todos son nuestros y ninguno. Todos tienen las huellas que dejamos a nuestro paso y aquellas que no transitamos. Todos los senderos se conocen porque tienen un mismo destino. No hay nadie en su destino y todos estamos en él. Caminantes de la nada, sólo recorremos el nuestro. En él, en cada sinuosidad y cada atajo, la vida fluye hacia el manantial único. No hay nada que pueda detenerla. Es un ciclo continuo, noria de azules y de negros. Nada puede detenerlo y todo puede ser el comienzo de un final. Y nuestras huellas vuelven sobre sus pasos.


© Juan José Mestre

miércoles, julio 07, 2010

PARCHES

Parches de luz en el cielo oscuro. Como una promesa extemporánea, la mañana promete ser clara, diáfana. Acuarela del amanecer, huye hacia la plenitud del gris-celeste. Un amarillo tenue se levanta con pereza, bostezando sus destellos anaranjados. La belleza es casi un implícito trinar de pájaros atrevidos, eternos saboteadores del invierno. Ya nada queda por decir. Amanece. Y todo estalla en un fulgor frío.



© Juan José Mestre

martes, julio 06, 2010

ALBORES

La mente recelosa. Los músculos tensos, duros como piedra. El dolor insoportable. La incertidumbre del alivio. Los pies que se arquean, se retuercen, se hacen garrras. Y la piedad suplicada por las lágrimas necesarias. Y el próximo balbuceo en la sombría luz de la mañana. Conjunción de niebla con llovizna, el día promete muy, pero muy poco detrás de la ventana.





© Juan José Mestre

lunes, julio 05, 2010

POBRECITA LA INESITA

Pobrecita la Inesita. Solamente con mirarla uno se daba cuenta del drama que ocultaban sus ojos. Es que era tan palmaria su endeble figura, tan lastimosa esa expresión de orfandad en su carita, que te estrujaba el alma. Estaba cantado que se moriría pronto y así fue. Un día nos enteramos de su partida y no nos sorprendió. Nos dolió, pero sorprendernos… para nada. Si alguna vez vimos a la muerte hincando sus falanges en la delgadez del cuerpo de una chiquilla, fue en cada olvido y en cada obscurecer que su travesía eternizaba tras los sauces.



© Juan José Mestre

viernes, julio 02, 2010

La Travesura

Todo era parte del juego. Un juego de niños: cruel, despiadado, perversamente inocente. Con el salvajismo de la traviesa intención de burlarse del minusválido, no porque se quisiera, pero sí por algún sentimiento no elaborado ni por los niños que me atacaban, ni por la sociedad a la que fielmente retrataban: esa hostilidad tan común a lo que no es normal, a aquello que rompe con el esquema tradicional de belleza o que -simplemente- no coincide con la norma preestablecida por el prejuicio.

La polvareda me ahogaba, confundía, cegaba, irritaba mi vista y todo giraba a una velocidad de vértigo en la que cielo, tierra, golpes y empujones se confundían en lo único que sentía: mis gritos, sonidos guturales, inaudibles llamados que las flores del ceibo (rara especie para esta zona sin riberas) en su piadosa belleza absorbían para darme una referencia de la realidad que se me escapaba con cada arremetida.

No recuerdo cómo empezó, pero sí que -cuando se cansaron de reír y retozar- quedé en medio del patio sin poder levantarme, enmudecido, inerme y sucio; lastimado.

Eso fue todo: un simple juego de niños que no cambiaba nada. Pero para "el chico de Tanuss" (como me conocía el pueblo por la inevitable asociación con mi abuelo materno), nada sería igual.

A los siete años, ya conocía la vejez.




© Juan José Mestre

jueves, julio 01, 2010

NIÑERÍA

A sus cuatro años, una leve inquietud disonaba en la luz de cada día. Nada que lo fastidiara demasiado. En realidad, poco le importaba no caminar. Estaba muy cómodo con los mínimos juegos solitarios que se inventaba. El mejor de todos los que descubriera era el de sentarse junto a la ventana y mirar la inexorable trayectoria del sol; acechar el devenir de las sombras y los claros usuales para asombrarse con los mínimos matices que lograba una hoja movida por la brisa.

Ese hecho -minúsculo, imperceptible, anodino- encerraba toda una cosmogonía para su mirada. Viajaba del cosmos interno al externo con la facilidad que da el entrenamiento. Sin saberlo, había descubierto el empírico universo del existir en el encierro. Aquella rama que se movía hacia el este, adquiría el carácter de mil galaxias fundiéndose en antimateria.

Después del mediodía, cuando el patio migraba hacia la tarde opaca de glicinas, no quedaba otra cosa que encerrarse y mirar, con los ojos extraviados adrede, la fantástica aventura de esperar que el mundo volviera sobre sus pasos.

Lo único no mudable era la inquietud que seguía flotando a pesar de tanta maravilla.




© Juan José Mestre