martes, abril 26, 2011

SIEMPRE ESTUVISTE EN MIS BRAZOS




 

 

Siempre estuviste en mis brazos. Sin rozar tu cuerpo, sin besar tus labios, casi como lo volátil de la niebla toca una flor de colores eventuales. Una voz lejana que proclama imposibles, un sueño que se sueña sin quererlo, un amor improbable y sin embargo intuido, casi consciente de su inexistencia, real como la ausencia de mil noches y mil días. Siempre estuviste en mis brazos; consentido silencio de dos seres que mueren y viven por el otro, con la secreta esperanza de que el tiempo, la muerte o yo qué sé, abra las puertas que mutuamente cerraron, allá cuando los pájaros cesaron su canto, anonadados por lo absurdo. 
 
 
© Juan José Mestre


 

martes, abril 19, 2011

PANIC ATTACK





Te despertás con toda la ansiedad  bullendo en tu sangre. El cuerpo tiembla, todo es inasible, tu cabeza vuela proyectando imposibles, te levantás: el piso se mueve, las piernas no te sostienen, el sudor y las palpitaciones crecen, te caés te caés te caés. Llegás a duras penas a la puerta del dormitorio. Ya estás a salvo. Abrís la puerta en medio de temblores. Se aparece un abismo de treinta centímetros. El cuerpo comienza a retorcerse. Las piernas se te doblan. El terror y la impotencia te arrancan un grito. Alguien corre en tu ayuda. Ya está. Desayunás y te medicás. Ahora está todo bien. Todo tranquilo. Respirás hondo. El placer de no sentir miedo es inefable. Sí, todo está bien. Hasta el próximo episodio.


© Juan José Mestre

lunes, abril 18, 2011

YERBABUENA


 




 

 

Tu sonrisa, ese grácil gesto de la menta hacia el rocío, invoca al vuelo de los mirlos en el celeste cielo que amanece. La nostalgia es un arbusto perezoso que desgarra las últimas sombras en el confín de los muslos ateridos. Una voz lejana dice que el mundo despierta. Entre ilusiones, los cuerpos se apegan a la furia de la noche. No es que no deseen el sol; es que todavía duermen la quietud posterior al éxtasis. En la transición se quedan; no piden nada más que todo siga su curso y se bosqueje en el río tu sonrisa, ese grácil gesto de la menta fresca que muere con el primer correteo de un chiquillo atrapando la alborada con asombro. 
 
 
© Juan José Mestre


 

sábado, abril 16, 2011

PROSA EN FUGA

 
 
Huir de lo esperado. Convertirse en esclavo de lo imprevisto. Besar los labios distantes de un planeta. Creer que la noche es algo más que un sueño huraño que alientan las sombras. Sentir el encanto de andar sin rumbo con la lluvia penetrando verbos olvidados. Ver en los árboles el remedo de la súplica inmóvil de lo ... que no será escuchado y creer todavía en el mañana. Ser un errante de la espera y no declinar las apetencias de ilusiones. Recorrer las olas en busca de sirenas. Oír sus cantos y sucumbir ex profeso en las ineluctables sugestiones. Fantasear con la música del viento entre violines. Ser libre a pesar de todas las cárceles. Derrumbar celdas y abrir infinitos. Franquear umbrales sin preocuparse por los escollos, descubrir que todo es inciertamente bello.


© Juan José Mestre

jueves, abril 14, 2011

IMÁGENES








Fantasía entre nubes, ilusión buscando soles, retoño de abrazo contenido, primavera lejana, embriaguez del follaje, huellas sin atajo, cadencias de recuerdos, melodías delirantes de aflicciones, mares inconexos, absurda magia del quietismo, dulce alegría del ayer... 
© Juan José Mestre









miércoles, abril 13, 2011

LAS GRIETAS






Dijo que me amaba. Inmediatamente apoyó su cabeza en mi hombro y vinieron los consabidos escarceos. Que una caricia en el pelo, que un beso negligente por aquí. Otro un poco más responsable por... allí. Esas cosas que suceden después de los besos y que todos sabemos transcurren mientras continúan otros besos. Desnudos y agotados, ella se durmió y yo, mirando el techo, me puse a pensar en el partido de papi fútbol con mis amigos y de cómo se agrietan las paredes con la vibración del tránsito. De todo lo que cuento, sólo tienen solución las fisuras de los muros...


© Juan José Mestre

martes, abril 12, 2011

COMO JAMÀS TE ADORARON


Quisiera que sepas mi secreto, simple, llano, una brisa efímera que en verano eriza la piel por un instante: como jamás te adoraron dioses paganos u oficiales, hice un altar con las ruinas del amor que nos brindaron aquellas olas mansas.

Castillo de arena que la marejada nocturna arrasará, se yergue conciente de  su precario acaecer. Quizá, lo único que recuerde su existencia, sea la caracola milenaria que tus manos pusieron en las mías para que no viera el llanto dibujado en imposibles, absurdas evasivas del fervor cuando se niega.

Cubierto con las nubes de la oscura puesta que tus huellas ensalzaban -en el capricho de la grava sumisa a su destino de bordarlas-, fui oscureciendo mi ser mientras la memoria jugueteaba con ese dispar deseo de olvidarte sin poder.

La cruz del sur penetraba el abismo de mi pecho en un baldío destello que sólo hacía de mí antimateria deseando la muerte en todos los universos que puedan existir.

Después, el alba trajo luces nuevas que la mar embebía de misterios que no estaban hechos para mí.




© Juan José Mestre    

lunes, abril 11, 2011

PORQUE HAY SANGRE Y HAY PALABRA



Porque hay sangre y hay palabra,
 
pero también verbo y calaveras,    
por la desidia y la injusticia,
 
mas desde luego por el amor y las espinas,
 
por la flor que se empeña en el desierto,
 
la luz que se esconde debajo de lo oscuro
 
y la ausencia y las llegadas,
 
en el hervor de un guiso perplejo de tanta agua
 
y porque tengo hambres que no cesan,
 
gritos que convertir en versos,
 
escribo con el nudo esencial
 
de la bronca en la garganta
 
este poema incierto que nada calma.


 
 
© Juan José Mestre

domingo, abril 10, 2011

DE DOMINGOS

Con el sol disparando argento y oro
escurre el tiempo la mañana
despaciosas las nubes para encontrar
quién sabe qué horizonte
en un cielo que regatea calmoso sus azules


© Juan José Mestre


      
    
   

sábado, abril 09, 2011

FLOR DE AZALEA




 

 

La dulce lluvia enjuga nuestras lágrimas de aserrín macerado en amnesias. El cielo, cómplice de olvidos, se distrae dibujando grises. Un rosal yermo de matices intenta la inútil mutación hacia el ensortijado muro de la hiedra detenida. Nada queda del amor. Sólo la maraña de caminos paralelos que la azalea ha entramado con el arcano vulnerable a los recuerdos decadentes. 
 
© Juan José Mestre

viernes, abril 08, 2011

EL ANÓNIMO









Se restregó bien la cara y con sorpresa notó que sus rasgos habían desaparecido. No se advertía huella alguna de sus facciones. Trémulo y tambaleante llegó al espejo que le confirmó aquello tan temido: un gran hueco ocupaba la zona que debiera contener su rostro. Una angustia indecible lo cubrió por entero. No podía creer que sus terrores más íntimos se manifestaran justamente de la forma más despiadada: ¡si siempre había odiado el anonimato y este se le revelaba de la manera más descarada! Enseguida advirtió el juego de palabras que su mente le proponía: el "descarado" era él en el cabal y más cruel de los significados. Todo el fruto de un esfuerzo denodado, exhaustivamente elaborado, planificado hasta el más mínimo de los detalles, concebido por y para perdurar como uno de los escritores más afamados del orbe caía con la inocente naturalidad de un higo maduro. Para agusanarse en la tierra húmeda y fértil de la indiferencia. Si algo odiaba en la vida era el ignominioso, humillante, deshonroso destino del ser anónimo. Ese que nace, se reproduce y muere con una serie de incidentes concatenados entre los extremos y que todos llaman vida. Ese destino del común de los mortales a él le ponía los pelos de punta. Por eso, un trabajo escrupuloso, estudiado, urdido y deliberadamente rumiado hasta el hartazgo, realizado con aborrecimiento encubierto e hipócrita, alimentado por su aversión a la literatura, lo había puesto al borde del Nobel. Es cierto que lo tenía merecido. Sus cincuenta años como escritor no eran poca cosa. Había logrado una obra prodigiosa, profundamente irónica, original y inéditamente maldita con sólo novelar parte de esa animadversión que pasaba como una aguda crítica del medio intelectual habitualmente pedante, fatuo, engolado y hueco. Y después de tanta lucha, se quedaba -sin más ni más- con un hoyo justo donde debiera estar su rostro. Superado el estupor inicial, entró la más absoluta de las desesperaciones: no lograba hilvanar una idea acerca de cómo hallar una solución a su drama. Porque de todas las situaciones que pergeñara la más enfermiza y afiebrada de las imaginaciones, seguramente esta la superaba holgadamente. ¿Cómo haría ahora, en su momento más glorioso, para demostrar que él era el candidato? ¿Acaso habría de hacerse un estudio de ADN para certificar su identidad o con un simple reconocimiento dactilar sería bastante? Consciente de estar pensando dislates, trató de serenar su cabeza y coordinar alguna idea que lo sacara del trance, pero no pudo. Estaba tieso, aislado por el espanto descomunal que le carcomía las vísceras y le impedía todo movimiento. Incapaz de seguir mirando esa tremenda imagen de nulidad en el espejo, se sorprendió a sí mismo por un grito ahogado, sordo, emergente de su furiosa, colérica quintaesencia. Se mantuvo así por horas. No tenía el exacto discernimiento de este hecho: simplemente sabía que -si quería mantenerse vivo- el gritar era el único cabo que lo mantenía a salvo del naufragio absoluto, indubitable y terminal. --- Se extrañó al ver la impresionante puerta de hierro de la residencia abierta. En todos los años que llevaba trabajando con el estúpido de su jefe, nunca había visto un espectáculo similar. Es que el mero suceso de entrar al parque de la residencia sin identificarse, le indicaba que algo raro sucedía. Su presunción se transformó en certidumbre al ver que un equipo de paramédicos salía con una persona estragada, exhausta, consumida, de ropaje raído y el rostro totalmente cubierto con un lienzo y a la que se le escuchaba un sollozo como nunca había él oído. Lo reconoció por la bata que le había visto usar todos esos largos años. Un excitante cosquilleo de felicidad le recorrió la médula. Por fin, sus deseos se hacían realidad. Por seis lustros soportó a esta víbora humana. Sumiso, callado y gris, entró a su estudio -contiguo al de su patrón- y se sentó frente a su computadora. Con la mente alivianada por la soledad y el desahogo de haber cortado el yugo que lo destinaba a ser una sombra inadvertida entre las sombras, abordó la tarea de escribir el último capítulo de su novela: "El diez de diciembre en Escandinavia oscureció puntualmente a la 3:45 de la tarde. Fue en ese instante que anunciaron el inicio de la ceremonia y yo estaba ahí, entre realizado y curioso, esperando mi turno de recibir el Nobel. (...)".




© Juan José Mestre.

miércoles, abril 06, 2011

ENUNCIACIÓN DE ABRIL


El gris en tus ojos, un espejo que refleja candelas extintas, los versos inciertos que pudiera escribirle a tus labios, el ocre en clavecín derramando entretiempos sobre las sombras del destiempo, un destello escondido entre las manos, la piel que se eriza ante el frío repentino, la muerte jugueteando con las hojas, una guitarra esparciendo esa ilusión que precede al alba que todavía dormita, el leve silencio de los cuerpos al moverse y la vulnerable ternura de un perro que, al cerrar sus apacibles ojos, induce a la placidez que prodiga un libro abierto al azar.



© Juan José Mestre


martes, abril 05, 2011

EL POETA Y LA LLUVIA




Abocado a la ímproba tarea escribir sobre la lluvia, olvidó las ventanas y el temporal, que se eternizaba en la penuria del desastre, seguía su derrotero cruel, orgiástico estampido líquido sobre los inundados. Mientras la lucha por sobrevivir pasaba por la cabeza de hombres y animales –irracionales unos y otros, víctimas de la política en su desidia y del clima desbocado por lo humano-, él continuaba garrapateando versos fútiles a una lluvia que ya no era ni mansa ni alimentaba bohemia alguna.


eres bella
como la lluvia bella
ozono de amor
entre las azucenas


Y así seguía, ensimismado en la belleza, sin percatarse de lo monstruoso que pueden ser los elementos desquiciados.

¡vestal líquida!
piadosa virginidad en los rostros,
delicioso maná para saciar
la sed fogosa de los labios
y la ardiente lascivia de las lenguas…


Escribía sin parar, apremiante impulso hacia esa bucólica perfección del verso. Lo distrajo por un instante una gota inesperada sobre el papel y una pátina húmeda que se deslizaba debajo de sus suelas. Pero no se detuvo.


© Juan José Mestre

lunes, abril 04, 2011

CRETENSE


CRETENSE




Cancerbero y Minotauro
giran y giran cual cofrades
del mito que se hace real

mi alma desalmada

observa con deleite
el prodigioso juego
de las volutas del humo

que /danzando/ veneran
las cenizas de Ariadna
junto al hilo para no alcanzar



© Juan José Mestre


Imagen: Picasso, "Minotauro"

viernes, abril 01, 2011

DE PIAGET, OLIMPO Y UNIDAD









El día en que me volví abstracto fue el más feliz de mi vida. Nadie que me viera, que sospechara siquiera de mi presencia, que osara imaginarme, que me juzgara por mis ideas o por mis obras, mis vestiduras o el color de mis ojos. Nadie, tampoco, que emitiera dictamen acerca de mi lucidez mental o mi locura, mi alegría o mi tristeza. Es que no era circular, cuadrado, oblongo o informe. Me había convertido en un profundo ensimismamiento que, a la larga, implicaba la más absoluta libertad a la que alguien puede desear. Recuerdo que me decidí por la quietud. Así estoy, desde el momento en que mi memoria dejó de registrar el tiempo. Esto tampoco es poca cosa: ahora, sólo me preocupan los colores de los dos crepúsculos, lo inmenso de la nube portadora de agua fresca y este cielo del  que soy parte.





© Juan José Mestre