martes, agosto 31, 2010

LOCURA

Le temo a la cordura...


No podría amarte desde la razón

implacable que todo lo analiza.

No podría sentir este amor loco

que me transforma en

una sinrazón de acordes inarmónincos...

No podría ver tu rostro con pensamientos

lineales, simétricos, armoniosos,

cuando todo nuestro amor es una

eterna discordancia de sentimientos oscuros,

de pinturas aberrantes,

de colores que no existen en ningún espectro,

de melodías nunca oídas por los demás...

Necesito esta locura para amarte,

para que me lleve a tus cielos imposibles,

para que tu alma acepte este amor loco

de inauditas consecuencias...

Le temo a la cordura,

por tu amor o por su pérdida.

Sólo estando loco podré soportar

el uno o la otra.





Juan José Mestre

lunes, agosto 30, 2010

EL MURO

Es tirano, impiadoso,


guerrero, totalitario,

torturante,

me desangra,

no tiene estrellas,

sólo un cielo negro lo define,

un sol sin luz y opaco es su guía,

se alimenta de aguas malignas

y de clavos como los de una cruz,

cierra mis ojos y no me deja ver

más allá de él, coarta mi libertad

y mis recuerdos,

se mueve con aires marciales,

preparado para dar el

traicionero golpe,

se oye como una melodía sincopada

que desgarra mi alma,

y se contenta con mi esclavitud...

Pero es tu amor -el únco que quiero

y me enloquece- y lo acepto

sin más ni más,

aunque no me dé esperanzas,

anque esté ciego por tí y me dé cuenta,

aunque sepa que el muro que has erigido

es muy alto para escapar

y que los clavos de la cruz

me atrapen dolorosos...

Sí, es tu amor el único que acepto

y me enloquece...

Y en esa locura , tu amor se justifica

y se vuelve hasta piadoso...

sábado, agosto 28, 2010

NEGRO Y PLATA

Un relámpago
y el negro de la noche

trasmuta el orgasmo oscuro

de tu cuerpo en luz de amor,

en plata de aura placentera,

de mil noches robadas a la luna

hoy ausente,

y otro relámpago

y otra vez la imagen de espasmos

amorosos y violentos,

y el crepitar de la lluvia

semeja el de tus músculos,

y el movimiento de todo tu ser se

funde en la tormenta

que espera el sol para calmarse.

Y cuándo él llegue, ya habrás huido

a la calma de tu sol

y yo

-rendido de cansancio y de penurias-

seguiré con mi alma

a la espera de que otro relámpago

la ilumine.







© Juan José Mestre

viernes, agosto 27, 2010

ANTINOCTURNO

Luz de fuego, sombra del infierno helado, espesura del llanto repetido una y mil veces, vuelo de los cuervos huérfanos de ramas, intacto tormento en cada pústula macerada en vinagre, mirada en blanco sobre la letanía insoportable de los grillos.




Te busco como quien ha perdido la ontológica parsimonia del camposanto, herido en la cruz más raída por la tierra cansada de tanto hueso, marcado por el estigma del amor que se corrompe aunque persista, sangre envilecida de la fuga, incuria atroz de la belleza envuelta en los pliegues del un basilisco, penumbrosa vela que se extingue lentamente.



Te busco sin hallarte. No puedo más que mirar al cielo, tratar de escribir en el agua, grabar mi voz donde no hay eco, besar la mustia caída de la tarde y, en vano, yacer con esa misteriosa entidad que llaman noche.









© Juan José Mestre

jueves, agosto 26, 2010

QUEBRADEÑO

Se yerguen los árboles memoriosos sobre la cumbre del ocaso. El soberbio plumaje del águila es una sombra lúgubre que vuela displicente. La fosa, recién cavada, trasunta la rectangular forma de la muerte. Un canto religioso se oye en la quebrada: el erke y su liturgia vaticina algo maligno en la sequedad del viento. Final, el silencio llega con la noche.




© Juan José Mestre

miércoles, agosto 25, 2010

Exactos períodos de la espera,


gotas en cadencia cimentando intervalos,

tiempo en allegro, espacio en adagio,

nubes que fusionan estridencias,

hojas en caída libre –alegreto de un augurio-,

distorsión de la obertura/final de la armónica

expiación del altruismo.







© Juan José Mestre

martes, agosto 24, 2010

CUENTO ACOSTUMBRADO

Triste era la vida del pobre viejo. No se sentía parte de nada, no tenía más que unos cartones para cubrirse y la ferocidad del hambre lo estaba aniquilando. No siempre había sido así: a fuerza de mucho trabajo, logró construir una casita –humilde, pero digna- e incluso le dio una educación a su único hijo. Hasta el tercer año del secundario, nada más, porque el vago ese empezó con las juntas y agarró por el mal camino. Ahora estaba en la cárcel por robo e intento de homicidio. Las drogas y todo eso tenían mucho que ver en el asunto. Ya antes de ir preso, lo echó de la casa para meter en ella a una cualquiera. Si su mujer hubiera visto eso, seguro que se moría. Suerte que ya estaba muerta por ese entonces. Un disgusto menos para la santa. Él, por su parte, estaba jugado. Con casi ochenta años, la vida poco le importaba. Si el hambre lo atormentaba, el frío y el sueño hacían las veces de sudario y le otorgaban el piadoso letargo cada noche. Los escasos transeúntes que se percataban de su presencia en el exiguo reparo de un hueco de la ochava, seguían impasibles su camino y algunos, virtualmente, lo daban por muerto. Estos últimos, algo de razón tenían.













© Juan José Mestre

lunes, agosto 23, 2010

PERPENDICULAR

Perpendicular, mi cabeza rueda por el laberinto. Mi cuerpo está en otra parte: está en el dolor, en el escarnio de la soledad, en el péndulo inmóvil de la espera, en ese garzo manto que se niega a acogerme, en el amor sufriente de una cruz en mitad del lino, en el mudo vuelo de los pájaros y en la frondosa quietud de los árboles. Está donde las espinas lo penetran, lo laceran, lo hieren. Donde el viento no sopla y el agua es tierra cuarteada con pretensión de salina infamante, inmaculada. Está allí, junto al calvario cotidiano del destierro, donde ningún lienzo alcanza para tanto espino y tanta sangre. Mortaja dolorosa, el abismo se acerca para cubrirme y luego se detiene. Es un reptar traicionero y procaz el de los elementos, conjura malévola incitada por la angustia. Dedos crispados. Órbitas fuera de foco. Desesperación. El laberinto se abre, se hace recta avenida del Minotauro desencajado y sin dominios. Perpendicular, tu imagen cae a plomo, reflejada en los espejos del desierto.







© Juan José Mestre

sábado, agosto 21, 2010

MELODÍAS PRESENTIDAS

Y cuando siento tus pasos
junto a mi lento caminar,

la vida se vuelve amable,

liviana,

y cuando nuestras manos se hacen

lazos , siento mis pies no tocar

el suelo,

y cuando tus ojos miran

los míos otoñales, la primavera

estalla en el cielo y en mi piel.

Y cuando me acaricias,

mis oídos oyen melodías

dulces, sencillas,

como si hubiera hallado contigo

el amor...

Dime que no finges, por favor...







© Juan José Mestre

viernes, agosto 20, 2010

Y TE ESCRIBÍ…

Y te escribí en pétalos



el pensamiento receloso de los lirios,



la fragancia de tu piel en las sábanas fragantes,



los hilados desmayados del sahumerio sobre el pelo impregnado



de noche -lumbre somnolienta de amor y de lisonjas-,



y te escribí mil versos hasta acabar el horizonte con palabras;



pero no fui capaz, no pude soñar lo que soñabas,



no supe armar esa metáfora que te retuviera,



aquella que te alejara de las intemperies del despecho…



















© Juan José Mestre

jueves, agosto 19, 2010

LUNAR

El cuenco del espejo se reduce:

un punto,

allí en la nada,

refleja la obscenidad de lo denso.



El último de los símbolos

pasa fugaz

hacia la irreverencia.



La mudez, en su señorío,

grita su soledad

a ultranza.









© Juan José Mestre

miércoles, agosto 18, 2010

ALEGÓRICO

Pirámides concéntricas al círculo


orbitan como un presagio enamorado



en el eterno polvo negro del espacio.







Símbolo de las eras, buscan las galaxias



su fusión en la hoja de una espada de luz enarbolada



y triunfante







al percibir la alquimia de tus ojos en lo verde,



una melodía que corre hacia el estuario,



justo cuando la arena se escurre entre los dedos…























© Juan José Mestre

martes, agosto 17, 2010

camino

Y mi destino es este:



caminar a tu lado



hasta llegar al cielo



y luego desandar la huella



por extrañar nuestro mundo...



Caminar a tu lado,



plácido, callado,



con las manos llenas



de caricias tuyas,



de besos incansables,



de ternuras suaves,



de miradas sin fin...



sin mañanas ni ayeres,



sin prisas por conseguirlo todo,



todo para nada...





Y mi destino este



de caminar juntos la vida,



es un sino que no cambiaría,



porque no quiero cambiarlo,



por lo feliz que me hace



caminarlo contigo,



y cuando lleguemos al fin...



seguro estarán los ángeles



para llevarnos al cielo,



pero juntos los dos...



para andar otro camino



bello como éste



que nos toca vivir...









©2000 Juan José Mestre

lunes, agosto 16, 2010

Apología de la pampa

Si alguien queda todavía en el lugar desde el cual brota la fuente de las fuentes y hubiera de migrar forzado por la punción de la belleza, es seguro que caería bajo el magnetismo de estas tierras.


Es que la pampa es una hermosa mujer que devela sus encantos con algo de malicia en la madrugada aterida de agostos y sembradíos.



Algo, también, denota la primorosa hondura del encanto regateado con desgana: ese horizonte que se ensancha a fuerza de ojos llanos que nos miran desde los confines, trayendo ancestros de bravío linaje, herida de muerte la dinastía de la piel de cobre en los fortines.



Un azul que parece no pertenecerle inunda sus delgadas curvas en el pardo espectáculo de lo gélido; la voz del arado escapa del revoltijo de terrones y contradice todo el dogma de lo bello para reafirmar justo aquello que muere bajo su filo.



Ahí es que la pampa sangra su verde tapiz de espectros. Luz mala en la guitarra que implora coplas para calmar al viento, el cielo azul es un telón rojo que cae en tropel, último acto en el umbral de ombúes.



Engaño del ente feroz que la protege, muestra su mansedumbre envuelta en bramante dorado de mies. En el cenit, abruma con su color salvaje; en la puesta, un desgarro de pátinas corroe el gris ánimo de los hombres y lo demuele.



Algo diabólico hay en su seno.



Sólo ella puede decirlo; mientras, la dulce voz de la tierra apacigua sus fauces con su poncho de madre y dulcifica lo yermo del maizal con la gracia de unos gorriones picoteando sombra.





© Juan José Mestre

sábado, agosto 14, 2010

LA HISTORIA SE SUSPENDE

En este fárrago cotidiano de luchas y esperanzas, el viento, eterno correveidile que a todo lo socava, va y viene con sus voces múltiples, sibilinas, susurrantes aún en sus aullidos. Un fantasma se juega la totalidad de su existencia en la remota lujuria de cadenas y el frío atropella las pocas ramas hieráticas del solitario árbol que aún subsiste. La historia se suspende en la rutina. Sin embargo, Hamlet todavía le clama a Horatio que sea él quien cuente la Historia al mundo.





© Juan José Mestre

viernes, agosto 13, 2010

MICRO

Jamás había visto algo así. Al punto de querer observarlo dos veces. En vano: lo evidente pocas veces se repite.


© Juan José Mestre

jueves, agosto 12, 2010

DE GANDHI

Plúmbeo, el cielo niega sus azules. El enigma queda pendiente. Las campanas repican solitarias. Nadie las oye. Hay mucho ego para ello. Pero Gandhi dijo en una ocasión: La voz humana no alcanza para acallar esa vocecita de la conciencia. Deberemos hacernos cargo…







© Juan José Mestre

miércoles, agosto 11, 2010

LUJURIA






Suavidad

de tus manos

rozando mi piel

en celo

almizcle

de tus

muslos

subrepticios

gris

de tus ojos

buenos

mi lujuria

estalla en

néctar

la noche

implosiona

y calla



© Juan José Mestre

lunes, agosto 09, 2010

SIN SOLES









No hay signo estelar alguno. El Universo, callado testigo de la excelsa brillantez de todos los soles, lamenta la ausencia del sueño del cometa. Es él, el cometa, quien condiciona en la luz aquel reflejo que no le es propio. Sabe que sin soles y sin estrellas, nunca logrará su sino de irradiar su traje de luces a lo largo del horizonte olvidadizo.



© Juan José Mestre

sábado, agosto 07, 2010

SANTA FE, LA VUELTA

SANTA FE, LA VUELTA




Aquellos días, vísperas del acontecimiento más importante del año en Venado, constituyen los recuerdos más felices que tengo de compartir la infancia con mi padre. Es que la Vuelta de Santa Fe convulsionaba a todo el ambiente tuerca del país. Y el pueblo era una fiesta. Todo comenzaba mucho antes, cuando se estaba en los tramos finales de culminar el trabajo de todo el año, con la elaboración de las inscripciones de participantes, acreditaciones de medios como Carburando y demás tareas. Es que la organización de la prueba requería del esfuerzo de todos los socios del Club Atlético Jorge Newbery y mi viejo era uno de ellos. Yo también lo era, en la categoría cadetes, desde un día después de haber nacido. En el torbellino de recuerdos que mi mente apenas es capaz de atesorar, aparecen claramente los rostros familiares de Oscar Alfredo Gálvez, Emilio y Dante Emiliozzi, Marcos Ciani, el ídolo local y tan amigo de mi padre, y el de tantos otros que se quedaron en el ensueño de la infancia tan feliz de estar en el taller de Matassi e Imperiale, concesionario de los chivos y trocado en Parque Cerrado de todas las marcas, porque así lo exigía el orgullo de los venadenses.



Era justo el día en que el ACA entregaba los números homologados para que, cartón y soplete en mano, se procediera al sellado que definía el orden de largada en la mañana dominguera, aquel que yo más esperaba: es que Dante, mi querido Dante Emiliozzi, me dejaba sentar en la butaca de la cupé mientras los hermanos se ocupaban del último chequeo antes de la largada.



Uno de esos años, fui en mi propio auto a pedales y los muchachos me lo sellaron, lo depositaron en un rincón del galpón y me dijeron que el domingo, a las seis de la mañana, debía retirarlo para poder tomar parte de la largada. Recuerdo que no dormí en casi toda la noche pensando en el bólido con el 63 en sus puertas que me esperaba para la gran epopeya. No dormí hasta las cuatro de la mañana y el sueño me venció. Cuando desperté, sorprendido por lo alto del sol en la ventana, encendí presuroso la radio y confirmé en la voz de Isidro Gonzáles Longhi aquello que sabía de antemano: había terminado la primera etapa y yo me quedé en el limbo inocente de mis nueve años.



Después, hay miles de anécdotas, desde el empujón del “loco” Di Palma para que no le tocara el auto hasta la última foto de Marquitos Ciani que nos sacó el corresponsal de La Nación apoyados en el capó del “Verde Llamarada” y que jamás pude ver.



Ya adulto, fui a verlo a Don Luis Landriscina y, como una paradoja que la vida me traía de regalo, cuando dijo que él (en su chaco natal) se juntaba con los pibes y buscaban en el mapa dónde quedaba Venado Tuerto, lloré.











© Juan José Mestre

viernes, agosto 06, 2010

SIN TÍTULO


 
Lluvia,

elemento

esencial

de la

nostalgia,

no huyas

de mi rostro.

¿ O acaso

crees que

no quiero

ocultar

mis lágrimas?





© Juan José Mestre

jueves, agosto 05, 2010

OTRO DE MIS NOCTURNOS


El encanto de tus manos, la piel suave, rosácea luz en la sombra milenaria del orgasmo, un gemido trunco, dos jinetes que se toman un descanso, el triángulo de tu pubis, naranja en zumo de simientes, la espalda que se curva, se tensa, se estira en la locura del sexo encaprichado. Un tenue brillo en tus ojos antecede a tus párpados que se duermen en un verso sin palabras, sólo de lluvia azul en el remanso.





© Juan José Mestre

miércoles, agosto 04, 2010

MANIFIESTO

Por ese canto de luz en las espigas, por la justicia que llega tarde y no es justicia, por la ternura que se clava en las entrañas, por un poco de paz –conclusiva rareza de estos tiempos-, por el sol y por cielo (perpetuos hacedores de lo eterno), por ese amor que se da a hurtadillas y se agiganta ante los no prohibidos, por la pizca de luna entre los árboles, vaya mi grito de hoy -irrenunciable.





© Juan José Mestre

martes, agosto 03, 2010

EL VACÍO







El paisaje urbano se introduce en el anodino transcurrir de la mañana. Inexpresiva, la gente pasa rauda a sus tareas cotidianas, contradiciendo la desgana de sus rostros. A la frialdad del viento se le suma el helado trajinar de estas almas ignotas, triviales, desconocidas. Solitarias, buscan su destino final en el oropel que refracta en el asfalto su cántico de bocinas y alarmas siempre distantes en la negación del Tiempo.



© Juan José Mestre

lunes, agosto 02, 2010

ABYECTO






De fango infecto estoy hecho

y de ese barro -insaciable -

es que resurjo falazmente

iluminado en la fragua brutal

de un ingrato ser de las tinieblas



inútil intento de escribir a lo más bello

que mis versos sirvan al fin como epitafio

yermo entre lo yermo







© Juan José Mestre