domingo, abril 01, 2012

PEPE



Pepe siempre estuvo presente en mi vida. No tuve mucho contacto con él, pero me marcó  para siempre. Era uno de esos hombres irrepetibles, que dejaban huella en tu alma. Desde muy niño oí hablar de él: mi abuela, costurera de la casa Ansaldi en sus años jóvenes, siempre decía que Pepe era el único que la trataba bien cuando iba a entregar sus trabajos. Mi madre, niña aún, también lo recordaba con mucho cariño. “”Negrita” le decía. Él, a la sazón, era un joven impecablemente vestido y muy elegante, me dijeron. Contaba mi madre que nunca había podido olvidar, siendo adolescente ella, la elegante parejita que formaba con Carmen cuando paseaban del brazo por Alberdi entre Alem y Tucumán,  adornada ella con sus trenzas dibujando un rodete que siempre fue  su sello. Pepe siempre estuvo presente en mi vida. De niño, a través su amistad con mi tío Leandro. De adolescente, lo reencontré  en la  casa de Leti, en el estudio jurídico, en la amistad que cultivé con sus hijos. Es curioso como se entrecruzan los hilos de lo cotidiano a veces. Conocí a Cristi –su sobrina- cuando ella tenía doce años,  estuvimos en contacto un tiempo y después dejamos de  vernos por nueve, más o menos. Pero Pepe siguió  estando en devoción que le profesaban sus hijas Mary, Titi y Pachi, amén de Joe, por supuesto. Debo decir, a estas alturas, que a María Teresa –una de sus hijas- no la conozco. Vive en Buenos Aires desde siempre.  Pero Pepe siguió estando en lo usual de mis días. Cuando volvió la democracia, me afilié al MID y   estaba allí con Roberto Martino, conduciendo el comité local. Así estuvo Pepe en mi vida: una presencia querible, el hombre que siempre se paraba a la par cuando paseábamos con la Cristi y le decía: “Tené cuidado con ese tipo”. De mi madre me queda tal vez la última  referencia que tuve de él, antes de caer enfermo: “Tuteame Negrita, hace tanto que nos conocemos…” De su vida pública escribirán otros. Yo, simplemente, quiero recordar a ese hombre que, en cierta forma, es parte de mis más queridos recuerdos…

© Juan José Mestre