miércoles, marzo 31, 2010

COLORES

Es el ocaso que se derrumba en colores. La brisa fresca hace de los ocres una gama fugaz, difuminada entre los verdes más oscuros. El azul campea por el cielo, por el lago que de a poco se convierte en plata, por el rojo que baña el horizonte ya casi negro y cercano. Un púrpura traspasa el bosque en busca de las sombras. Es el ocaso en espera de la noche. Es el otoño que cae entre dos hojas, perpendiculares a la noche que anhela el plenilunio.


© Juan José Mestre

martes, marzo 30, 2010

LA CAMISA

La camisa, desabrochada a sabiendas, dejaba ver una mínima parte del sostén blanco, inmaculado. La insinuación resultaba elegante, provocadora, hasta pudorosa. La he visto desnuda miles de veces, pero nunca tan excitante como en esta ocasión. El recato, nunca tan producido, le daba a su figura una gracia a la que ya estoy acostumbrado, pero con una insinuación que le daba una belleza que antes no había percibido. El brillo del sol en la mañana hacía de ella un bellísimo cuadro impresionista.



© Juan José Mestre

domingo, marzo 28, 2010

A MIGUEL HERNÁNDEZ, ASESINADO EN LOS PRESIDIOS DE ESPAÑA

Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.

También el ruiseñor en tu boca traías.
Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.

Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.

No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.

Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro, como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.
Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.

Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.

Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.

Y más allá la tierra se agiganta,
la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria están seguros,
acrecentados sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto,
sino las armas
inexorables!
Espéralas! Espérame!



Autor: Pablo Neruda

sábado, marzo 27, 2010

DESBANDE

Semejan a repliegue
los trinos cautelosos
se parecen
se asimilan
atañen al otoño
y
así y todo
¡tienen tanta vida!





© Juan José Mestre

viernes, marzo 26, 2010

DESVÍO

Derribados los puentes
no hay atajos ni senderos
la secuencia es un abrupto
pasaje de la paloma al buitre
no hay verso que alcance
para cantar tanta soledad



© Juan José Mestre

jueves, marzo 25, 2010

RUTINA

Es la desidia del sol
en la mañana,
ese letargo
que me acapara
el ser
cuando despierto,
el imperioso rito
de resistir a la migaja
del tiempo en los ojos
que se cierran
para que el mañana sea
calcado al hoy,
y el hoy,
nada más que una rutina.


© Juan José Mestre

miércoles, marzo 24, 2010

NUNCA MÁS

Hay una deuda,
hay un dolor ,
inconcluso aun
en lo inconcluso,
súplicas y suplicios,
cuevas entre las cuevas
llantos inasibles,
sorderas a sabiendas,
cánticos en la hinchada,
-gol de Kempes-
y se desata la fiesta en la cancha
más el goce en las picanas.
Los gritos todavía siguen.


© Juan José Mestre

lunes, marzo 22, 2010

ASÍ TE ATESORO

Como algo que se deshoja fácilmente, como a un incunable se lo cuida para no erosionar sus páginas de reseco ámbar, como al retoño que surge al ras del piso o a la esperanza que renace sin doctrinas ni dogmas en el pasto seco: así te atesoro. Con pena y regocijo, con agua bendita y fuego sagrado. Con soles tempestuosos o nubes mansas, con el canto de los pájaros o de los grillos. Así te atesoro. Así, cual hilo de plata uniendo hados, también te atesoro.



© Juan José Mestre

domingo, marzo 21, 2010

LA ALEGORÍA

Aleatorio sueño entre dos versos,
una estrofa en blanco
se llevará el viento;
lágrima inocente caerá
en las fauces del destino,
pertinaz desvelo,
sueño perdurable,
la sangre puesta en una sílaba
y un te quiero
zumbará en los campos.
El trigal se encontrará
con una alegoría jamás escrita.



© Juan José Mestre

sábado, marzo 20, 2010

CELEBRO EL OTOÑO

Mañana comienza el otoño. Equinoccio. Transiciones. Mañana habrá festejos por la primavera boreal. No sé porqué no se celebra la belleza del otoño. Tal vez porque preanuncie al invierno próximo. Pero en sí, es un bellísimo entramado de ocres, dorados y verdes. Es canto al ocaso y a la vida que se duerme de a poquito. Es un deleite propio de un ensueño. Yo celebro el otoño. Celebro en su letargo progresivo y refulgente, sus grises mañanas con lloviznas, las tardes soleadas y frescas, las nieblas y las sedas acariciantes de sus noches…


© Juan José Mestre

viernes, marzo 19, 2010

POEMA ABSURDO

No, nadie me dijo
que la lluvia fuera buena.
Pero tampoco buena.
Ni mala ni buena.
Sólo eso.
Divididas están las opiniones.
Cada cual la vive según su experiencia.
Mucha.
Poca.
Buena.
Mala.
La lluvia y la experiencia.
No hay nada unívoco en el universo.
Uni de uno,
Verso de diverso.
Paradojal destino cósmico.
Nada es nada
y todo es todo.
Bueno es bueno para algunos.
Malo es malo para otros.
Pluralidad de conceptos.
Conceptos humanos.
Relativos.
Fehacientes contradicciones
de la lógica.
Notable dicotomía
del absurdo andamiaje de los tiempos.



© Juan José Mestre

jueves, marzo 18, 2010

ROJOS (IX)

ROJOS IX



Pero el rojo está en cualquier gota de vida, en cualquier río, en cualquier plumaje, en todos los fuegos. Finalmente, el sueño de una noche será el preludio de la vida en la próxima aurora. El recuerdo no morirá; tampoco el hombre. La sangre fluirá, lenta y serena, por su lecho. El día tendrá todas las gamas , todos los rojos, todos azules y seremos Uno en el Todo. El rojo habrá triunfado. Y ese triunfo será el del hombre sobre el hombre mismo.


© Juan José Mestre

rojos (IX)

ROJOS IX



Pero el rojo está en cualquier gota de vida, en cualquier río, en cualquier plumaje, en todos los fuegos. Finalmente, el sueño de una noche será el preludio de la vida en la próxima aurora. El recuerdo no morirá; tampoco el hombre. La sangre fluirá, lenta y serena, por su lecho. El día tendrá todas las gamas , todos los rojos, todos azules y seremos Uno en el Todo. El rojo habrá triunfado. Y ese triunfo será el del hombre sobre el hombre mismo.


© Juan José Mestre

miércoles, marzo 17, 2010

ROJOS (VIII)

ROJOS (VIII)




Estoy con una tonalidad rojiza. Todo mi entorno la tiene. No puede ser una exposición excesiva al sol –por la hora y porque está nublado-; es algo mucho más profundo y más aterrador. Es la quintaesencia de la metamorfosis. Un humano no lo resiste, eso es seguro. Pero también es cierto que se percibe como algo necesario, inevitable. El gris del día contrasta con la nueva conformación del ácido ribonucleico. La mutación es inminente. Sólo resta saber si una gota de sangre regará la tierra un tanto húmeda de este día.



© Juan José Mestre

martes, marzo 16, 2010

ROJOS (VII)

Nieve roja.
Lava ardiente.
Fuego blanco.

Un hipocampo
expulsado por el mar
llega a la playa, petrificado.

No hay cielo,
ni ojos,
ni cruces,
ni huellas.

El abismo más cruel
ha sido profanado.

Queda un recuerdo único
de lo oscuro:
el corazón de un hombre
tañe su penúltimo latido.



© Juan José Mestre

lunes, marzo 15, 2010

ROSJOS (VI)

Agobio. En el rojo de los ceibos también puede haber agobio. Como el río se sofoca en su propio cauce. La noche es lo más semejante a lo rojizo en su tonalidad de sombras. Los símbolos enrojecen al ver caer por siempre su significado. La sangre coagulada se vuelve negra; espesa, pringosa coloración de muerte. La rosa de los vientos pierde su rumbo en la aguaza púrpura del final.
Nada.
Todo.
Es lo mismo.
La totalidad de la nada se cierne sobre el hombre, encarnecida.




© Juan José Mestre

domingo, marzo 14, 2010

ROJOS (V)

Un caballo rampante
irrumpe en la horizontal
curva del ocaso.
Rojo vivo, claro, traslúcido.
De pronto, llueve.
Negro.
Todo es negro.
Rojo.
Rojo es el río, el volcán
y el hongo nuclear
que surge silencioso.
Negro.
Rojo.
Macabro juego cromático
De un sol cayendo
en la más absoluta disolución.
Ahora todo es viento.
Nadada más que viento.
Unos ojos inyectados con pavor
atisban la teatral escena.



© Juan José Mestre

sábado, marzo 13, 2010

ROJOS (IV)


 

 

La metáfora es simple: el rojo es el color del infierno, pero también lo es el de la sangre. Casi siempre se hace uno; como todo es número en el cosmos, así lo es el rojo de la vida o de la muerte; una estrella que se apaga vira al negro conclusivo, pero antes, apenas un instante antes, se tiñe de rojo. El Apocalipsis se refleja en el rostro envejecido de un niño que llora solitario. El Apocalipsis es el omega, el ocaso,  el final, el rojo. Quizás también sea el comienzo, como el alba enrojecida de un día cualquiera.

 

 

© Juan José Mestre

viernes, marzo 12, 2010

ROJOS (III)

 

 

 

 Rojo  y  negro son  casi  idénticos;   las  lágrimas  de  un   sauce ensangrentado nutren la tierra con un fúnebre acorde de esa ignota mudez que se aparea, incestuosa, con el olvido. El cuadro es como esa infernal locura de un lienzo abismal que gana altura en una ráfaga de antimateria. No quedan esperanzas. De lo humano, casi nada: apenas unas manos crispadas se agitan tras el olvido.

 

 

 

© Juan José Mestre

 

 

 

jueves, marzo 11, 2010

ROJOS (II)

Un atisbo

de vida

quedará

flotando

en la sangre

subatómica;

en la última

gota,

lluvia

vana del

desierto,

con siete soles

siete dioses

del alfa,

del omega;

un paisaje

falsamente

urbano,

nos hará

evidente

a una mujer

amamantando

a su hijo

muerto.

 

 

 

© Juan José Mestre

 

 

 

miércoles, marzo 10, 2010

ROJOS

ROJOS

 

 

…y la luna será una sombra

más oscura que el cielo,

el tiempo inmarcesible

se tornará en un flash

de rojos esenciales,

la substancia del cosmos

devendrá en ADN unívoco,

mientras el mínimo fulgor

de mis ojos será el más remoto

de los recuerdos.

 

 

© Juan José Mestre   

 

martes, marzo 09, 2010

TRANSICIONES

 

 

 

Donde haya un poco de luz, denota la embrionaria presencia del otoño en el aire acostumbrado. Hace calor, el verde todavía lanza sus porfías al viento, pero ahora los dorados y los grises sueñan por conquistar su reino. El dulce amanecer es más calmo, más tardío  que el de hace apenas unos días. Hay más actividad y más silencio,   más afanes y  más transiciones en el tránsito de un día a otro. Los  pájaros están menos retozones por estos días, mas están. Una indefinible sensación de letargo se siente por estos tiempos. Nadie lo admite, pero lo siente.  

 

 

© Juan José Mestre

 

 

lunes, marzo 08, 2010

LA EMBOLSADA

 

Nunca supe nada de ella, pero fue la persona que me enseñó el significado de palabras tales como misterio, enigma, oculto, signo, marca.

En su voluntaria exclusión del mundo circundante, la veía pasar una y mil veces montada en su bicicleta, siempre veloz, atemorizada, ansiosa por volver a su refugio donde –imagino- guardaría su rosario de oscuros menosprecios.

Ahora, a la distancia, la recuerdo como una mujer enjuta, de amplias vestiduras, con un gran sombrero de paja para esconder, aún más, su cráneo envuelto en un pañuelo que se inflaba con el viento, único sabedor de su secreto.

Conste que cuando digo cráneo, lo indico en el más amplio alcance de lo que esta circunferencia abarca. Porque así era: sólo un resquicio de sombra dejaba adivinar sus ojos en la sempiterna huida a la que había sucumbido.

Algunos vecinos de Venado, en aquellos años de finales de los sesenta y principios de los setenta, aventuraban hipótesis: que se había quemado horriblemente y mil historias similares. Tal vez, todas tengan algo de cierto.

Quizás, también, alguien pueda darme algún dato más sobre ella. Le ruego que no lo haga.

Prefiero quedarme con el sentimiento de piedad que dejaba en mis ojos azorados por aquel atisbo tan parecido a la pesadumbre que se percibía tras su paso.

Prefiero quedarme con la idea de un anonimato que roce siquiera una historia de amor y de locura.

 

 

© Juan José Mestre 

 

 

sábado, marzo 06, 2010

GUARDIANES

 

 

 

Es esa desesperanza que nos nubla el alma, esa desazón que el cielo nos carga de improviso, el continuo peregrinar por nuestras miserias, el canto de las aves, tan ajeno y tan cercano, la arena de una playa que se retira al sueño del abismo, la luna  de marzo (esquiva sensación  de tránsito), y el dulce placer de una mujer que duerme  lo que nos hace ángeles o demonios, magnánimos guardianes de bueno y de lo impío.

 

 

 

© Juan José Mestre

 

 

viernes, marzo 05, 2010

ESCRIBIR ES UN ACTO SUICIDA

 

 

 

Escribir es un acto suicida. Algunas veces por las circunstancias, otras por aquello que escribimos. Siempre, al finalizar unas pocas líneas,  queda poco de nosotros. Es así que viene la feroz tarea de reconstruirnos. Es así como vamos recogiendo hilachas del ser que quedaron en los bordes de un texto. Porque nuestra esencia más íntima permanece en lo escrito. No es una tarea intelectual el escribir. Es un karma en todos los aspectos. Estamos predestinados (los escritores) a esa brutal manera de morir en cada palabra. Y a  entregarlo todo en cada una de ellas. Sí. Escribir es un acto suicida. Y, sin embargo, cada día lo encaramos a sabiendas de que entregarlo todo lleva –por un instante- a la locura.  Quizá sea por ese instante que volvemos sobre nuestros pasos apenas arranca el día.  

 

 

 

© Juan José Mestre

 

 

jueves, marzo 04, 2010

¿Por qué?


 

 

 

¿Por qué esta tormenta continua, por qué esta permanente zozobra? ¿Por qué esta incipiente felicidad que se escurre de pronto entre los espejismos del día? ¿Por qué no vivir tranquilo, sin el sueño temeroso de lo que me espera al abrir los ojos? ¿Por qué este constante caminar dentro del fango hasta la cintura? ¿Por qué esa inmutable desazón de las horas? ¿Por qué este habitar en la estepa con el dolor encrespado en las entrañas?

 

 

© Juan José Mestre

 

 

miércoles, marzo 03, 2010

CONTRADICCIÓN

El sueño de pronto cae en el desmayo. La realidad vuelve a ser un futuro aleatorio. La vida, una aventura incierta. El sol, un rapaz vestigio en la sencillez del cielo. Nunca nada ha sido dudoso. Nunca nada ha sido irrebatible. La paradoja como constante es la variable del cosmos. Eso somos: paradojales, indubitables en los errores, matemáticamente perfectos en la constante pericia de la entelequia.







© Juan José Mestre

martes, marzo 02, 2010

QUE NOS GUÍEN

 

 

 

Con toda la paz que poseo, miro el horizonte y digo que no hay más que oír los pájaros.  Nada más que eso: oírlos. Éxtasis por el éxtasis mismo. Ensueño del viento, mansedumbre del río. Que nos guíen los pájaros, que nos guíen sus alas plácidas, que nos lleve la luz hacia sus nidos. Que nos nuble la vista sus colores. Y en esa ceguera matizada en los plumajes,  alcanzar la libertad que nos acucia.

 

 

 

© Juan José Mestre

 

 

 

lunes, marzo 01, 2010

DICEN QUE...

Dicen que era el amanecer un martes de carnaval y que la tormenta retrasó a la partera. Dicen que mi abuela recién volvía de los corsos, dicen que el parto fue rápido y que el viento muy se sintió fuerte con tu llanto y que eras muy menudita. Fue aquí nomás, a dos cuadras de esta casa. Fue en los umbrales del otoño y del ensueño. Dicen que los astros estaban inmutables en el cielo y que tu vida fue sencilla. Dicen muchas cosas, pero hay que descreer del tiempo y las palabras. No saben lo que el sudor de estrellas de una madre. No saben lo que es lo efímero cuando se junta con lo eterno.

 

 

© Juan José Mestre

 

 

 

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