En este fárrago cotidiano de luchas y esperanzas, el viento, eterno correveidile que a todo lo socava, va y viene con sus voces múltiples, sibilinas, susurrantes aún en sus aullidos. Un fantasma se juega la totalidad de su existencia en la remota lujuria de cadenas y el frío atropella las pocas ramas hieráticas del solitario árbol que aún subsiste. La historia se suspende en la rutina. Sin embargo, Hamlet todavía le clama a Horatio que sea él quien cuente la Historia al mundo.
© Juan José Mestre
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