Monocromías en las manos que rozan el gris encubierto en las falanges, luces repetidas que no llegan a iluminar los escondrijos velados de reservas, sombras que siempre serán sombras, el reptar que se oculta en la estela polvorienta de la siesta (idéntica sinopsis que repite letanías en su clamor de vuelo), el pobre canto de un gorrión en su soledad de invierno y la febril insistencia de la sima que sólo oye su canción de barro.
© Juan José Mestre
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