viernes, septiembre 21, 2012

EL CAMIÓN





Oscar Paroli fue mi gran amigo durante el secundario.  Éramos  inseparables. Además de estudiar, trabajaba como chofer en una empresa de transportes de diarios y revistas. La empresa tenía buenos camiones, pero a él le daban uno muy similar al de la foto, viejísimo y destartalado como pocos. Andábamos todo el día en él y – especialmente- los fines de semana. Era cuando más  le sacábamos el jugo. Por supuesto, no tenía frenos.  Y los domingos a la tardecita, en la salida  de misa, la calle Belgrano se transformaba en un cuello de botella descomunal. Nosotros, en el camión, la recorríamos de punta a punta. Por entonces, esa calle tenía sentido opuesto al actual  y desembocaba en Rivadavia. Pues bien: cuando llegábamos a las tres últimas cuadras, empezábamos a tocar bocina y a acelerar. Los demás, que ya estaban advertidos de la  falta de frenos, se abrían como podían. Llegábamos al final de la calle a fondo y doblábamos hacia Runcimann donde Oscar terminaba de frenarlo. Hacíamos esa “broma” dos o tres veces cada domingo y luego nos íbamos al Riviera a tomar algo y terminar la noche en un boliche. A Oscar lo volví a ver en las bodas de plata de la promoción. Nunca supe más de él. Y es  una pena.

© Juan José Mestre.

No hay comentarios.: