jueves, septiembre 13, 2012

EL MONO RELOJERO



En aquel año de 1974 y con el fin de recaudar fondos para costear nuestro viaje de egresados, alquilábamos un día por semana de Papá Doc, el boliche más concurrido de Venado en esa época. Las tertulias iban de 19:00 a 24:00, pero siempre se extendían un rato más. Fue uno de esos días   que mi madre entró en pánico al no verme llegar a eso de las dos de la madrugada. Mi padre trató de tranquilizarla  en vano. Fue así que tuvo que levantarse y salir en mi busca. Cuando llegó a la tertulia, el ambiente estaba realmente animado. Y a él, que tenía una onda bárbara con los jóvenes, le encantó. Inmediatamente Oscar Paroli le sirvió in whisky. Y a los pocos minutos estaba instalado detrás de la barra con Roberto Alfaro, el dueño. La disco tenía una contraseña para anunciar el  cierre: era esa canción de El Mono Relojero que decía que los niños debían ir a dormir. Como a la media hora, el “Barba” (que así le decíamos a Alfaro)  le dijo al Disc Jockey: “¡mandá al mono!” y mi viejo lo paró  en seco: “¡dejalo un ratito más!”. Así, entre “¡mandá el mono!” y contraórdenes, la velada llegó a las 4:30 ó 5:00 y todo el mundo, empezando por mi viejo, que estaba más feliz que el resto. Volvimos como quince en el auto y a casa llegamos como a las seis, calladitos, listos para soportar el reto de mi vieja.

© Juan José Mestre.






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