No te vayas de mí. No te alejes. No permitas que la muerte se apodere de tu ser para dejarme yermo, estepario en un desierto de negros vientos desolados. No invadas con espadas de hielo aquellos lugares que protejo con la tibieza del encanto enamorado. De la vida en flor que me legaste. De la dulce noche sin estrellas pero contigo. No consientas al desdén que lo derrocharía todo: el destierro de la flor acabaría con las fragancias nuestras, sería desaguar las fuentes en las cuales saciamos nuestras ansias, caminar por senderos sin destino, soñar con sueños perdidos en ofuscados umbrales de nada.
No te vayas de mí. No es tiempo todavía. Quedan unos pocos ocres para mudar en dorado, si es que quieres...
Si es que quieres, podemos inventar la vida nuevamente. Hacer un barrilete de encantos y que los recoja el cielo de esta tarde que comienza a hurtarse las horas y los matices del otoño. Escribir unos versos, unos pocos, y recitarlos en voz baja, cómplices de un poeta taciturno que enarbola palabras y destellos de sombras para derrotar al desamor reincidente. Decir que estamos juntos, alucinar con los mañanas, gritar que somos locos. Que la locura es mejor, mucho mejor, que cualquier cosa.
No te vayas de mí, siempre que quieras.
© Juan José Mestre
2 comentarios:
Mis saludos Juan y es hermoso ver tu espacio.
Un abrazo
Siempre
Milagro Haack
Mis saludos Juan
y he visitado tu espacio, muy hermoso, aunque tus poemas van más allá, ya es aire vuelto mar
Siempre
Milagro Haack
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