"El día vendrá cuando,
después de conquistar el espacio,
los vientos, las mareas y la gravedad,
nosotros conquistaremos -en el nombre de Dios-
las energías del amor.
Y ese día, por segunda vez en la historia,
habremos descubierto el fuego."
Pierre Teilhard de Chardin
El día amaneció oscuro. Un ominoso plomo se había apoderado del cielo. El paisaje, a simple vista, no variaba en mucho de lo que es un día otoñal. Sólo que algo estaba mal en el entorno. La luz adquiría esa tonalidad que era temida por todos. Por todos, también, recorría el escalofriante frío de un mundo sin esperanzas. Ya se sabía que el círculo estaba completo. Tanto se hizo que, al final, la agonía había llegado como la baba de un sapo para encarcelar la serpiente. El epílogo estaba cerca: unos minutos más y el odio se habría fagocitado toda la doliente y pesarosa humanidad en su propio ocaso. No se sabía si nos sería otorgada la gracia de un nuevo amanecer. En cualquier caso, sólo una salida se presentaba viable en la derrota: comenzar de cero. Tal vez, la historia tenga un génesis más piadoso que esta ruinosa suerte instigada por el egoísmo.
© Juan José Mestre
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