No es que haya entregado las armas.
No quiero sustraerme al brillo de la plata.
Me niego a apartar la mirada clavada en los reflejos
del ébano,
a los vitrales ausentes,
al canto de las campanas llamando a misa,
a la tarde que colorea de opacos
la caída de los dioses,
al entrecejo que duele por tanta fijeza.
Cuando la total oscuridad me envuelva,
estaré presto a dar batalla:
catapulta de hielo será mi alma
por derrotar al maldito fulgor de tu mirada.
© Juan José Mestre
Foto: © Liliana Muente
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