Descuajado de la vida y de la muerte,
voy como Baruj,
hacia el olvido.
Herético él como ninguno,
me acompaña con su expiación
del día a día.
El peor de los yerros fue perpetrado:
ser fieles a lo que los demás no aceptan.
Es por los demás
-precisamente-
que vamos hacia el estertor postrero,
en calma y sin batallas.
Que hagan cuantas tumbas quieran;
¡no nos pertenecen, no son nuestras!
tal como les toca a los descastados.
© Juan José Mestre.
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