Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Miguel Hernández, Elegía a Ramón Sijé.
Con este cielo que no es cielo
sino una masa amorfa y cenicienta,
respiro el ácido olor de tu mortaja.
Las aves penitentes por el instintivo canto
y la luz que no es luz, mas sí plañido,
un redondel de tierra
o un rectángulo
cobijarán tus huesos este día
con una estaca por cruz y las campanas;
nada podrá detenerme,
nada.
Cuando mi corazón sangre su última gota
estará junto al tuyo, seco y sosegado.
© Juan José Mestre
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