Rutinas y otras sendas, tan rutinarias como las consabidas nieblas de otoño, tan asequibles como esa inquietante quietud del ser en duermevela, tan provocativas a la hora de recorrer sus trazos circulares, tan pertinentes a la hora del cansancio y de la muerte, hastío del camino ansioso por dormir al final de los esteros que la existencia implanta para no florecer ante los ojos de nadie, tan rígidas sus huellas, tan escindidas en atajos que los brazos se abaten infecundos en el dolor del agobio que los sauces hunden en la noche, cuando un fugaz sosiego nos da esta vida, impenetrable en sus misterios.
© Juan José Mestre
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