Me duele la ausencia,
el silencio,
el viento que no amaina.
Aquella sonrisa en los labios del poniente,
el azahar sin naranjos,
herido,
doliente en sus rosados.
Esa terquedad de la muerte,
lo claro de la luna,
lo oscuro del día cuando escarcea,
presuntuoso,
las pátinas repetidas.
Me duele esta sinalefa huérfana e inútil,
ajena al hoy, asqueada del mañana,
sedienta de beber sangre,
hambrienta de comer furia.
© Juan José Mestre
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