Llegaba todos los viernes a la
reunión en la casa de Marta Porri, y se sentaba a mi lado. Desde ese momento, permanecíamos
abrazados hasta el final. Delicada, muy
femenina, su riquísimo perfume que invadía todo el lugar, su voz suave engalanada
con palabras medidas, su mirada como ausentes, denotaban una sensibilidad
exquisita. Sensibilidad que se trasuntaba en su excelente gusto musical. Y lo
compartía, porque me regalaba un cassette cada semana. Además de grupo,
estábamos en contacto todos días: por la mañana, nos saludábamos por mail. En las
meditaciones estaba pendiente de mí y siempre me ayudaba a levantarme de
la alfombra. Admiro aún hoy su silencioso
recogimiento, casi como si no tuvi era nada que decir, del grupo, es la única
amiga que conservo. Siempre estuvo conmigo, incluso en el tiempo que nos
perdimos el rastro. María Cecilia Serrani es una persona muy importante en mi
vida. Me enseñó cómo se puede seguir siendo amigo a pesar de la distancia.
© Juan José Mestre.
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