miércoles, octubre 31, 2012

LOTERIA FAMILIAR




La familia se había reunido. Éramos nosotros y unos cuantos hermanos de mi abuela. Yo tenía un precioso juego de  lotería, regalo de mis padres. Empezaron a jugar al bingo familiar con ese desparpajo tan común en alguien que espera pasar una agradable velada.  En medio del juego, yo pedí “cantar” los números. Me dieron las bolillas. Al poco rato, el tío “Palo” comenzó a protestar por mi demora y mi “tartamudez”. Al principio, nadie le hizo caso. Pero fue tanta la insistencia y su enojo que mi mamá optó por quitarme las dichosas bolillas. Comencé a llorar y mi madre estalló. Me levantó en una forma violenta e irracional. Me llevó a la pileta de la cocina, abrió la canilla con toda su fuerza y metió mi cabeza bajo el  chorro de agua. Nunca sentí tanta desesperación como aquella vez. No recuerdo cómo terminó la reunión, pero sí que mi madre dejó una parte de su ser en ese hecho que nunca pudo perdonarse y que –después- me pedía que no se lo recordara  porque le hacía mal. Es que en esa noche se dejó llevar por un tipo que era la imagen del fracaso. Por alguien que después pagaría tanta arrogancia de la forma más cruel, pero esa es una historia tan vieja como el hombre: no ser capaz de aceptar al otro tal cual es.

©  Juan José Mestre.

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