¡CÓMO HICIMOS?
Por esos insondables misterios que
tiene la vida, nos conocimos. Y por esos misterios, también, hemos elevado al
universo el inescrutable canto de la amistad. Pero no quiero arrogarme méritos.
Recuerdo que Tina, en primer año, quien vino a buscar unos apuntes y yo la recibí
con una camiseta musculosa pavorosamente horrenda. Aún así, consiguió los
apuntes. Y esto no es un dato menor en mi vida, ya que fue ella, también, la
primera chica que se acercó a esta casa en los quince años que por entonces tenía
en este plano.
Después, siempre estuvo presente,
incluso en esos años en que se fue de Venado. En medio, cinco años de
secundario fueron suficientes para sentirnos amigos. Y pasó esto que quiero que
explique, palabras más, palabras menos,
Mario Benedetti:
"... sé por primera
vez
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola
que del vecino
territorio del amor
ese desesperado
empezarán a mirarnos con
envidia
y acabarán organizando
excursiones
para venir a
preguntarnos
cómo hicimos.”
Es que la amistad, esa sublime forma
que toma el amor, es maravillosa. Maravillosa porque siempre está, sin
egoísmos, con flores o con espinas y aún con desencuentros. Pero está y se
percibe en la mirada del otro. Tal como lo percibo yo en la mirada de Tina.
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