La vida tiene estas cosas. Nos hizo creer que
el tiempo no había pasado. Y nos dio esta sorpresa.
Veinticinco años
se deslizaron para propiciar el reencuentro de una época como todas, con
alegrías y de las otras, de las que también nos hizo olvidar. Cuando llegó
aquella hora, aquella en la cual cada uno de nosotros tomó su propio camino, ni
siquiera nos dimos cuenta que terminaba algo; más bien, para nosotros empezaba
todo y la prisa era muy grande como para decirnos "Te veo dentro de
veinticinco años". Aún ahora suena absurdo, pero es verdad: Hicieron falta
estas Bodas de Plata de nuestra Promoción para volver a estar juntos.
Es cierto que
algunos de nosotros tenemos una vida en común, porque nunca nos separamos y nos
seguimos viendo, pero así y todo, lo hemos hecho como amigos, pero en este
juego de roles que la vida nos propone, jamás lo hicimos como compañeros.
Entonces, si este
mensaje trata de bienvenidas y recuerdos, deberemos decirles y decirnos:
Bienvenidos a todos a esta época de evocaciones, bienvenidos por los recuerdos
de nuestras esperanzas, de aquella época que fue única e irrepetible - como
todas las épocas de nuestras vidas -, pero única e irrepetible al fin.
Y fue así porque
nosotros, todos nosotros la hicimos así, porque en nuestros años de secundaria
despertamos al amor, a ese amor que era nuevo para la mayoría, y también
descubrimos la amistad, esa que perdura a lo largo de la vida, y las ilusiones
de un futuro que ni nos planteábamos seriamente, porque eran años para tomarlos
a la ligera, en los que hasta nuestras tristezas parecían más livianas
y hasta nos
hacíamos ilusiones de que éramos invulnerables.
Tiempo aquel en
el que cualquier tropelía cometida, nos parecía una hazaña de rebeldía, Porque
eran años rebeldes y cantábamos "La marcha de la Bronca" y nos
quedábamos extasiados con Pink Floyd o Deep Purple o con la guitarra prodigiosa
de Santana...
Porque leíamos
novelas baratas, pero también "Cien años de soledad", porque nos
copiábamos y eso sí que era una hazaña, porque tomábamos Coca Cola o café
después de ver "Las fresas de la amargura" en el Ideal y salir
destrozados por la injusticia.
Pero al día
siguiente, volvíamos con la inocencia incólume a nuestra rutina del colegio, a
los apuntes prestados, a los recreos nerviosos para recuperar una nota en los
cinco minutos que duraban... A los cigarrillos furtivos en el baño o en el
patio, a las bromas pesadas y nuestras peleas diarias, casi continuas...
Fue una linda época, porque el tiempo hace eso:
nos regala etapas y nos deja recuerdos que son casi todos hermosos y nuestros
dolores se van diluyendo como si se lavara una mancha, y nos queda sólo lo
bello, lo bello y lo blanco y no hay más cosas amargas y tristes. No hay
lugares tristes para nuestros recuerdos lejanos. Nuestros corazones no lo
permitirían.
Así venimos
esta noche, con el alma pura de nuestros
sueños jóvenes, muchos incumplidos, pero ¡qué importa! Nuestra realidad es
ésta, ésta de hoy y ya mañana habrá tiempo para pensar en esas cosas. Lo que el
hoy nos propone es este reencuentro de abrazos fraternos, de emociones fuertes,
de lágrimas de alegría y de ternuras calmas que todos nos merecemos. Hoy es
nuestra noche, debemos disfrutarla y estar todos juntos, juntos y amorosos.
Para seguir llenando nuestras almas de alegrías y nostalgias, de sentires y
amistades, de sonidos y aromas lejanos, de sabores casi olvidados, de facturas
y de chicles, de amores y desengaños, de personajes queridos y otros no tanto.
La vida tiene
esas cosas. Nos regaló esta noche, sin advertirnos siquiera qué cosas hacer
para finalmente recalar en este puerto del alma que tiene un muelle seguro e
incierto como el mar, un puerto que se llama corazón. Y claro, con el corazón
pleno de ternuras y recurrentes imágenes que devienen de un pasado hermoso, se
deslizará la noche hacia el mañana, que por cierto, nos dará la impresión de no
ser ya los mismos, aún siendo nosotros mismos.
Sí,
definitivamente, la vida tiene esas cosas y regalos como esta noche.
© Juan José
Mestre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario