Esto no va a ser fácil. Quiero escribir
sobre mí en primera persona. Hasta ahora lo he hecho a través de mis poemas y
prosas. Mis escritos. Hoy quiero develar
quién soy, sin metáforas ni eufemismos. La aceptación y el perdonarme
han sudo los ejes de mi vida. Recuerdo un quiebre en mi vida (hubo muchos) pero a estos los alojé en un lugar inasible de mi memoria) que me terminó de
moldear tal cual soy, fue en la boda de
Leti y Jorge. Cuando terminó la fiesta pasaron el video de lo que había sido la
noche. Ahí estaba yo, con mis movimientos y mi voz distorsionada. Quedé en shock.
Era mi imagen sin filtros de ninguna especie. Hasta ese momento, me había hecho
una que pudiera soportar. Pero no era yo. Era un avatar similar a lo que era,
pero no yo. Tuve que aceptarla, no tenía remedio. Luego vino la impresionante
tarea del perdón. Me costó muchísimo, pero lo voy logrando día a día. Minuto a minuto. He pasado las mil y una para llegar a
ser lo que soy: un tipo con muchas limitaciones, pero también muchas potencialidades.
Un tipo que debe muchas materias, pero va aprobando – despacio- otras tan
importantes como las primeras. No estoy enojado con lo que soy, pero tampoco feliz. No es fácil ser diferente, aunque todos lo
somos. Parafraseando a Orwell, hay algunos más diferentes que otros. A estas
alturas, estoy más libre que nunca en mi
vida. Tengo a mis amigos y me voy reencontrando con la familia. Claro que tengo
mis demonios todavía. Uno de los temas aún no resueltos es el de mantenerme
célibe. Tal vez fuera por propia decisión, quizá por mi discapacidad; no lo sé.
Sea como fuere, sigo practicando la aceptación y el perdón. Sin ellos, no
estaría escribiendo mi historia tal como ahora. Historia que sigue abierta, inacabada,
tan inacabada como yo. Ese es otro misterio que ni la muerte puede cerrar. Todos
terminamos inacabados.
© Juan José Mestre.
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