miércoles, octubre 17, 2012

LA CAMA





La abuela Paula siempre estuvo enferma, pero aquella noche, internada en el Policlínico Chapuis, se moría por enésima vez. Había rechazado la cuarta prótesis de fémur como consecuencia del Mal del Parkiinson que padecía. Con Leti decidimos ir a verla porque los tiempos se acortaban. Después de estudiar, llegamos a la tardecita y ya le habían servido la cena. Estaba con mi tío Alberto que, en vano, intentaba darle la sopa. El problema lo tenía con la cama ya que no podía ponerla cómoda: o muy alto o muy bajo. Mientras tanto, la abuela mascullaba algo inentendible, pero conociéndola no podían ser más que insultos para mi tío. Él, por su parte, agotado de tanto bajar y subir, la levantó hasta el tope, de modo que la Paula quedó sentada y con todo el peso de las  almohadas en las cervicales. Fue cuando, en un esfuerzo supremo, abrió los ojos y le espetó: “¡bajame la cama, pelotudo!” Risas generales. Con Leti salimos del sanatorio a las carcajadas. Ahí supimos que la abuela tenía un poco más de vida de la que auguraban los médicos.

© Juan José Mestre.

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