Fortuitos son los días
cuando la luz juega su destino,
mas la noche tiene la certera presencia de lo oscuro;
ominosa, esconde sus múltiples rostros
en el cóncavo piélago enfurecido
justo donde Poseidón enclava sus dominios.
El tridente y las estrellas escurren la sangre de los muertos.
Nadie,
con un dedo de frente,
se atreve al desafío ilógico de un espectro.
Ya se sabe del seguro camino hacia la aurora:
mientras tanto, se desorienta la luz entre el boscaje
con unos versos de Góngora donde cada Sol repetido es un cometa.
© Juan José Mestre
En cursiva: verso de Luis de Góngora y Argote.
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