Rumor de adiós en nuestros labios. Silentes pasos que bifurcan destinos. Triste lamento de un piano con sordina. Una paloma desquiciada en pleno vuelo. No hay rumbos, no hay viento para las veletas que sufren el extravío cruel del Este y Oeste. Las sombras del lecho son cada vez más sombras. Más frías. Más desdeñosas. Hirientes clavos lacerantes. El cuervo de la muerte acecha entre los vislumbres del clarear indiferente, desafecto hacedor de cada día. Al sucesivo parpadear de un segundo, se juega el encanto de tu espalda todavía desnuda. Será el último recuerdo que guarde de ti, estoy seguro. Tal vez, pueda recordar la seda de tu pelo, mas vendrá el tiempo de las uvas y yo beberé el vino amnésico de la despedida para caer con vos en el olvido.
© Juan José Mestre
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