Se escapa el perfume de la rosa
cuando el uno se dispersa en esquirlas.
La muerte es moneda vil, pero corriente:
no se puede pedir piedad a los feroces.
Si la inequidad se enseñorea de la sangre,
me arrogo el derecho a decir ¡Basta!
todos y cada uno de los días
aunque el eco del genocidio sea más fuerte que mi grito.
(no vengan a mí con geopolítica
reflejada en los ojos muertos de los niños)
© Juan José Mestre
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