Algunas veces, como hoy, dan ganas de decir basta. No es por nada puntual, sino por el entorno –incluso por uno mismo. Es que todo aturde, entorpece, es indescifrable.
Lo único que campea es esa locura global que nos envuelve y embrutece.
Nada es humanamente atendible como para afirmar que pertenece al hombre. Todos, absolutamente todos los demonios están libres con su cautiverio de maldad e injusticia.
Pareciera que las doce pestes han caído al mismo tiempo sobre el mundo.
Un silencio brutal escapa de esa virtualidad falsamente optimista y amable de las relaciones humanas, que huyen del cara a cara para decir un “te quiero” o simplemente ofrendarse al otro en un abrazo que le lleve un poco de alivio.
El contexto social es fóbico, malsano, hasta humillante para lo esencial del prójimo. La filosofía de la violencia y el escapismo es cruel, axiomática, fundamentalista. No puede ser de otra forma, ya que no tiene basamentos para sustentarse. Simplemente, se trata de otra falsedad más. Denigrante, indecorosa, casi obscena.
Y así seguimos, claro: flotando en esta sopa sin agua y sin fideos, muertos de afecto, huérfanos de una mirada que sostenga la nuestra para justificar aquello que miramos.
© Juan José mestre
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