Un poco de azahares
no vendría mal para la vista.
Con tanta espina sin flor en el desierto,
con el suelo quebradizo del sendero,
con nubes de inclemencia
bordeando las lavandas,
uno corrompe los caminos del sol
y los marchita casi adrede
por seguirle la corriente a este mundo.
En su afán de glorificar lo consabido,
se olvida lo extraordinario
de la cascada precipitando por laderas y peñascos.
Lo dicho:
un poco de azahares
no vendría mal para la vista.
© Juan José Mestre
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