domingo, julio 23, 2006

El reino del mutismo



La pregunta surge pertinaz: como una gota que perfora nuestras vidas, impregna de ocres el terruño que nunca nos atrevimos a reclamar como propio. Aquel de los azules, el que siempre presentimos nuestro, pero que nunca reivindicamos, mudos hasta el desvarío. Juntos y sin tocarnos. Amantes inútiles; sintiendo de antemano el desengaño, nos hicimos amos del sigilo, de imposibles sueños muertos de antemano. Hace siglos que venimos acaparando soledades. Y seguimos: impertérritos. Cada vez menos luminosos, más desdichados y conscientes. Morimos y renacemos cada vez que nos encontramos, mas no decimos más que un simple "hola..."; mutismo tras mutismo, no podemos con nuestros ojos, por el miedo a sentir la sangre que bulle y que negamos. Rozamos las mejillas adrede, con la certeza de saber que son nuestras bocas las que piden besos. Llenos de certidumbres huecas, nos eclipsamos cada uno en la soledad irremediable. Y como trasfondo de nuestros velos de flaqueza -en un diluir de sepias y negros-, aquel "¿qué nos pasó?" jamás pronunciado, queda sembrando cenicientos deseos a nuestro paso.

(Sólo hemos ganado el reino del mutismo; la gota sigue con su tarea milenaria, monocorde)




© Juan José Mestre


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