Casi siempre nos gana la desgana, esa inercia que desafía al movimiento y paraliza. Las desnudas ramas de un árbol no son tan indiferentes a la brisa como nuestro herido corazón frente a la ventisca. El vuelo de los buitres nos acecha, hasta que el círculo se cierre hacia lo inevitable.
© Juan José Mestre
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