raído como los harapos de las horas detenidas en la esfera ficticia del
silencio, muero en minutos de sal que me laceran. Sentado en la raíz del ocaso
decadente, espero que el oscuro horizonte de la noche, me devuelva aquel
ramillete de imposibles. Inútil, viejo farol sin lumbre del andén abandonado,
proyecto aquello que me pertenece y que los otros llaman nada. Despojo
imbricado entre dos sueños, duermo el espejismo anhelado de tenerte. Mañana, el
rosal seguirá con su obstinado derroche de sangre en sus flores, cuando en mis
venas sólo haya un recuerdo trunco con pretensión de cielo.
© Juan José Mestre
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