¿En qué punto cometimos el error, querida mía?
¿Qué fue lo que hizo que nos calláramos aquello
que debiéramos haber dicho en mil gritos,
en millones de susurros?
¿Por qué nunca nos dijimos esto que sentimos
desde siempre, en cada mirada,
en cada roce casual que se produce
en cualquier ocasión?
¿En qué momento decidimos someternos
al castigo feroz de amarnos en silencio?
Quizás fuera lo más conveniente para ambos,
¡pero el precio es muy alto!
¡Tan alto que no sé si podremos pagarlo
con mil vidas y mil muertes!
Tan alto como mirar tus ojos y ver
mi amor en tu tristeza, tus sueños en mi desdicha
y tener esa tremenda sensación
de querer abrazarte para siempre...
y no poder hacerlo aunque tú también lo quieras...!
(c) Juan José Mestre.
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