Todo está como la víspera. Es casi una bendición este
amasijo eléctrico que se repite una y otra vez. Un falso llanto pretende
suplantar a la mano tendida que en verdad se necesita. En verdad, también, se
busca el facilismo de la conmiseración que reemplace al gesto fraterno de asumir
las culpas y pedir perdón. El cuervo siempre se alimenta de carroña siendo él
mismo no más que eso.
Otro espasmo: catarsis del espíritu que quiere huir por
estos dedos que apenas escriben; más bien exhalan pústulas que se incrustan en
los intersticios del teclado y convierten a mis manos en apéndices dolorosos de
un fantasma colosal, único, depravado en su esencia, loco encantador de
serpientes, virulento en su magnífica presencia de papel maché.
Sueño pesado. No puedo más. El abismo se cierra de a
poco. La anaconda está presta. Todo
espera el interludio del sosiego para prolongar el silencio procaz de cada
día.
© Juan José Mestre
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