Lejos, muy lejos, ha quedado ese azulgris de tus mañanas. Casi es un refractar de adiós en esmeriles. Tu lento caminar sobre la alfombra se regocija en las huellas del sol que entibia ausencias. Una tristeza amplia, el desencanto del robledal ensimismado en tornasoles sepias, ese topacio desolado que es la luna nueva reflejada en el marjal, son eternos simbolismos del cristal. Ellas, mis manos, suaves de acariciar sedas abstractas, miran el vacío contorno de tu ser y se lanzan al abismo trémulo por el sortilegio de lo inmóvil.
© Juan José Mestre
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