domingo, junio 04, 2006

Eones


El tiempo, siempre el tiempo. Ese misterio que hace del devenir certeza de soles y lunas, a veces nos deja desnudos en la mitad de la vida para decirnos que se ha agotado para nosotros, sólo para nosotros. Y él sigue, impertérrito, su vuelo de espiras milenarias.



O quizá no sea él: tal vez sea nuestra propia incapacidad de vivir minuto a minuto, día a día, de intentar comprenderlo, de caminar junto a él y no desaforarnos en imposibles vorágines que nos llevan irremediablemente hacia la ausencia.


Te amo y me amas; nunca lo hemos confesado. Sólo eones han pasado desde que lo ocultamos. Transcurrirán varios más, seguramente. Mas, un día, cuando la eternidad se haya convertido en flor, estallará la primavera cósmica y allí estaremos: juntos, en un Edén inédito de inocencia, saturados de vida, con los pies en el barro esencial y sin reservas, para atiborrar de cánticos el aire azul y entonar la oda que nos prometimos en silencio, mientras descubríamos el fuego, allá por el génesis primigenio.






© Juan José Mestre
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