Se levantaba con el cansancio que los años le iban agregando a sus pies. Desde hacía unos pocos meses, sentía que estaba envejecido. Ya no tenía el entusiasmo de antaño. Algo lo había demolido. Sus párpados se volvían pesados; sus ojos, nublados por la abulia, trataban de vislumbrar a través de la ventana, el sol indeciso del otoño. Entre nieblas, observaba algunas vagas figuras que ni siquiera le interesaban.
Acomodaba lentamente su cuerpo en la silla, hasta sentir que los dolores se hacían soportables.
Luego de unos instantes, fatigosamente, comenzaba a escribir un poema de amor, con la horrible sensación de estar teorizando sobre un tema que no conocía.
Terminada su labor, quedaba con la mirada perdida en no sé qué extravío de la mente y la hojarasca.
"Desde mi tristeza...
Desde mi tristeza inmarcesible es que
declaro a los cuatro vientos este Amor,
Amor que se escurre en
el delta manso que muere en el mar
para confundirse en la bruma de la
desesperanza y la locura de no
tenerte...
Y por no tenerte es que me transformo
en una sombra que se pierde entre las
brumas de mi pensamiento,
partido en dos por el deseo de olvidarte
y recordarte para siempre...
Soñando que estás y que te has ido,
pues esa contradicción
absurda me hace posible la levedad casi
nihilista en la que vivo por tu culpa de
quererme bien y por las mías de amarte
como un demonio...
Y si esa rosa marchita que hoy me
queda, perdida en la nostalgia
de las noches juntos
sirve para seguir viviendo entre la nada
y el recuerdo que es mi vida -migajas
de existencia entre dos nieblas-,
bendigo, santifico y aferro a la rosa,
la aprisiono entre mis manos y la tomo
como símbolo de la proclama muda de
mi Amor perdido y loco,
con la absurda esperanza
de enterarme algún día
-o tal vez nunca-
de que también tú
tenías tu rosa y tu desdicha."
Pueda ser que sepa perdonarme esto que he hecho, aunque creo que nunca nota que le falta algún poema.
© Juan José Mestre
Acomodaba lentamente su cuerpo en la silla, hasta sentir que los dolores se hacían soportables.
Luego de unos instantes, fatigosamente, comenzaba a escribir un poema de amor, con la horrible sensación de estar teorizando sobre un tema que no conocía.
Terminada su labor, quedaba con la mirada perdida en no sé qué extravío de la mente y la hojarasca.
"Desde mi tristeza...
Desde mi tristeza inmarcesible es que
declaro a los cuatro vientos este Amor,
Amor que se escurre en
el delta manso que muere en el mar
para confundirse en la bruma de la
desesperanza y la locura de no
tenerte...
Y por no tenerte es que me transformo
en una sombra que se pierde entre las
brumas de mi pensamiento,
partido en dos por el deseo de olvidarte
y recordarte para siempre...
Soñando que estás y que te has ido,
pues esa contradicción
absurda me hace posible la levedad casi
nihilista en la que vivo por tu culpa de
quererme bien y por las mías de amarte
como un demonio...
Y si esa rosa marchita que hoy me
queda, perdida en la nostalgia
de las noches juntos
sirve para seguir viviendo entre la nada
y el recuerdo que es mi vida -migajas
de existencia entre dos nieblas-,
bendigo, santifico y aferro a la rosa,
la aprisiono entre mis manos y la tomo
como símbolo de la proclama muda de
mi Amor perdido y loco,
con la absurda esperanza
de enterarme algún día
-o tal vez nunca-
de que también tú
tenías tu rosa y tu desdicha."
Pueda ser que sepa perdonarme esto que he hecho, aunque creo que nunca nota que le falta algún poema.
© Juan José Mestre
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