baldosas rotas,
maná agrio:
descalzos los pies y el aliento
buscan el cielo
sin advertir el percal
que lo niega;
tierra de ensueños no hay:
el cosmos embrollado
en la almendrada delicia del anarquismo
no convence a nadie con sus estrellas;
el último de los pájaros
parece haber hallado el rumbo
hacia el único punto vital que se divisa;
en un resquicio de la nada
encuentra un átomo y lo picotea
cuando el mosaico de un sol bizantino
se quiebra en mil fulgures opacos,
discontinuos;
la pesadumbre del armiño
es un avatar inesperado:
no logra comprender
que lo blanco ya no existe…
(solitario, observo que mi sombra
se pierde en el sarro calcáreo del declive)
© Juan José Mestre
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