martes, octubre 05, 2010

Uno se acostumbra

Uno se acostumbra
a las partidas.





Rutinarias,


se pierden en esa
incógnita


que es la savia
del árbol caduco de follaje.





Repentinas,


se esconden en
las horas para trocarse


en días, siglos, medioevos
prestos


a morir bajo el
fuego de las catapultas.





Porfiadas,


jamás nos darán
la ocasión del regreso.


¡Cuántas miradas
hemos perdido buscando


unos ojos grises bañados
en la pena de la despedida!








Displicentes,


se ahogan en el
blanco de las azucenas


y corean la
sangre de la rosa hasta hacerla


coágulo en el
alma regocijada en lutos.





Cántico de proscriptos
pardales, nos socavan el rostro,


nos hacen invisibles
larvas de légamo,


hasta que el último
de los soles caiga anónimo,


recóndito en sus
rayos de tedio.  








Y uno se
acostumbra.














© Juan José
Mestre









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