En el rescoldo helado del horizonte muero la peor de las muertes. Un cirio desganado llora sus lágrimas de espanto junto al lecho. Todos los espectros salen de su escondrijo. Ronda el aire un hedor axiomático, elemental, irrefutable. No hay retorno; mañana, el día comenzará como hoy: exacto, preciso, límpido en su devenir de olvido.
© Juan José Mestre
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