Un archivo que no abre, el verso que no llega, aquella mudez del árbol clamado por su fronda y la poesía que ha ido para otros sitios. Tampoco se puede culpar a las musas: ya se sabe de su temperamento huidizo. Es ese ceniciento cielo, tan propiciatorio del nihilismo en los labios, en la mente, en la memoria inapelable del viento y del sigilo encaprichado y doliente…
( el archivo sigue
su porfía)
…armador de los
silencios.
© Juan José Mestre
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