El espanto,
piadoso hacedor,
recorre mis días
de punta a punta.
Ni un minuto de paz.
Ni uno solo.
Es sabido que los astros
Se conjuraron aquel día:
Pusieron todo
su empeño
en enseñarme
a vivir.
No lo conseguirán
hasta mi último
minuto.
En ese instante,
frente a la muerte,
podrán decir
que algo de todo esto
le llevo al polvo:
algunas pocas
palabras escogidas,
el perfume de mi madre
y un “te amo”
jamás pronunciado.
(Los demás
dirán: ha muerto
un sabio)
© Juan José Mestre
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