No. No es lo que pensaba. Es otra cosa totalmente disímil, pero igual de indescifrable. En esa incógnita me estanco. Lloro, pataleo casi como un lactante. De adultez, nada. Es algo que me supera. Carcome mis sesos esto de andar averiguando diferencias entre un pensamiento y otro. Y lo que es peor, no discernir ni un poquito de la cuestión. Menos mal que no soy como mis congéneres, mucho, muchísimo más ordenados que yo y, sobre todo, coherentes y sin esta megalomanía que me caracteriza. ¡Menos mal! Por suerte, no todos son como yo y el mundo anda más o menos ordenadito.
© Juan José Mestre
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