Te abrazo cuando mi desesperación finge que la muerte es buena compañía de aventuras; cuando se me acaban los soles para calentar las heladas llagas del alma; cuando ni llorar es posible, te abrazo. Cuando los árboles que antes florecían de verde hoy me acosan con sus grises, busco un poco de mi espanto y lo cobijo en la alianza de tus brazos. En ese instante en que no es posible nada, busco la posibilidad de la dulzura de tus palmas en mi espalda, sanando el amor herido. Como un ancla, un roble que se abate en la terquedad del viento, la absurda esquirla que muere en un bermellón de vida, me aferro a tus brazos. A tus brazos que me completan en el círculo sagrado del fuego, del amor, de lo humano. De lo posible y lo aleatorio, de la angustia y el suspiro. Del cósmico advenimiento de la luz y de la sombra. De la rosa y de la espina, eternas compañeras de lo terso y lo punzante.
(Te abrazo y todo se macera en el azul turquí que promete la noche al comenzar con sus vigilias)
© Juan José Mestre
Foto: sin título, by Cogiac
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