Los Doscientos Años de la Revolución de Mayo nos cayeron casi inadvertidamente. Hace unos pocos días poco se hablaba del tema. Yo diría que nada. Hoy, estamos con una megafiesta en todo el país, un éxodo turístico como pocos se han dado este año y una población que poco o nada se acuerda de esa gesta. Esto por un lado. Pero para quienes sentimos al país como si fuera nuestra piel, un cosquilleo nos mueve y nos conmueve. Hay algo que renace. O, mejor dicho, se continúa y se hace visible. Como si el cinturón de fotones se hubiera centrado en la Argentina, por vez primera están los pueblos originarios visibles en Plaza de Mayo. También hay organizaciones de Defensa de los Derechos Humanos en la avenida Nueve de Julio, piqueteros, Asambleas Barriales (no me consta, pero alguna habrá), Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Internet 2.0, televisión digital, comidas típicas, rock nacional y un interminable menú de actividades para que nadie se quede con las ganas. También está la historia que supimos conseguir. Esa que nos duele y nos enorgullece. Aquella de los desencuentros y las realizaciones, la de Moreno, Lavalle, Facundo y Sarmiento, Roca y el genocidio, el ’76 y el otro genocidio, la guerra con Paraguay y la de Malvinas. Todo a flor de piel, la presidenta peleada con el intendente de Buenos Aires, y la derecha con la izquierda; unitarios y federales, San Martín y el Directorio. Todo como fue siempre: una dicotomía sangrante y salvaje que nos llevó a ser socialistas o conservadores por las buenas o las malas, De la Torre y Swift, Bordabehre o Netri en Alcorta. Toda la historia, toda. Viva, punzante, errónea y afortunada, Julio López que no aparece y Martínez de Hoz preso en cárcel común. Bien evidente, claro, con la contundencia de una epopeya. Es una república no parida del todo. Mejor: que le salgan las patas así la ponemos a caminar.
© Juan José Mestre
1 comentario:
coincido contigo en que, desde el principio, nos adentramos en la senda de un salvajismo sangriento en el que todos y cada uno de nosotros apostamos por un país que sería a nuestra imagen y semejanza, o no sería: civilización o barbarie, libertad o muerte. ¿acaso al independizarnos fuimos más respetuosos de la otredad? ya sabemos que triunfaron la barbarie y la muerte.
la libertad, como la civilización, es una conquista de la madurez, la responsabilidad y la generosidad de los pueblos.
a veces me temo que la argentina es aún tan joven...
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