viernes, marzo 24, 2006

Acre

Acre es el olor de la carne y de los huesos,

el humo de las balas, el desprecio;

la lluvia amarga por estar bañada en sangre,

el adoquín retumbando plomo.

Acre es el recuerdo a medias,

el trivial canto de una misa

cuando el horror no ha callado

todavía.

Acre es la cal para resecar cadáveres

en una fosa común donde no crece

la hierba macilenta,

ni una flor, ni una espina.

Acre es el río muerto al que alimentan

aviones sembrando estragos,

la tierra corrompida por el fango de la historia,

la electrizada luz de un picaneo lujurioso,

Acre es el sabor de la pólvora malparida,

El crujir de un retoño pisoteado en la negrura,

el cerrado graznido de los cuervos

o el llanto disonante de los niños.

Acre es la justicia que avanza

y luego, cobarde, se repliega.

O el brillo eclipsado del machete,

que por más que lo frenen siempre se desboca.

Acre es el llanto de un pañuelo

luchando por la memoria de esos vientres

que parieron con dolor treinta mil hijos

para que tres mesías de la Bestia los chuparan.


Holocausto de las aves,

acerbas lejanías de las tumbas,

rezongo sin fin desde la muerte,

oración del nunca más, por la memoria.

© Juan José Mestre

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