Alejada de todas las liturgias, entroniza cada una de las ausencias en su perverso y bien amado reino del recuerdo. Los rostros, las miradas, las caricias se nublan en sus dominios de pérdida sin matices. Incógnita final, se aleja con su botín de pasado y nostalgias. Nada más obsceno que ver las paredes de una casa derruida. Es algo que repugna, que estremece. Tal vez por la evidencia de tener por perdidas todas las batallas.
© Juan José Mestre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario