Un canto gregoriano impregna con sus sórdidas alabanzas la tranquila llovizna de noviembre. Los pájaros, acallados, se acurrucan en sus nidos esperando que acampe. No hay miras de ello todavía. Y mi alma se contenta con poco en la mañana. Mientras, el verde recobra la vital tonalidad de una primavera que ha completado sus dos tercios…
© Juan José Mestre
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