sábado, septiembre 15, 2012

LA LECHE




Casi todos los días, Gustavo (el hermano de Leti), nos prestaba su auto: era un Citroën  muy similar al de la foto. Y nosotros le sacábamos el jugo de lo lindo. Más aún, los sábados a la tarde cuando nos subíamos todos a él y nos lanzábamos a una loca aventura de charlas, risas y paseos. Para que tengan una idea, “todos” éramos como diez que de milagro entrábamos en el pequeño habitáculo. Lo cierto es que, encimados, apretujados y hasta aplastados, la pasábamos “bomba”. Y en ese dar vueltas y más vueltas sin ton ni son, una vez –a eso de las cuatro de la tarde- embocamos la Avenida Mitre cuando era doble mano. Veníamos de la calle Santa Fe hacia el centro y María Elena nos dijo que esperáramos un minuto que tenía que entrar a su casa. Pues bien, eso hicimos. Nos quedamos estacionados hablando de bueyes perdidos mientras pasaba el minuto. Al rato, es decir: al minuto multiplicado  por treinta, nos empezamos a preguntar por la tardanza, pero decidimos seguir adelante con la charla, entre preocupados e intrigados. ¿Qué haría María Elena en la casa? Tuvimos que esperar otros veinte minutos para develar el misterio. Cuando subió al auto y le preguntamos, nos dijo con  total desenfado:” Mi mamá me hizo la leche ¡y estaba de rica!” Los reproches (por no decir vituperios) comenzaron a lloverle. Muy lejos de enojarse, comenzó a reírse y nos dijo: “Bueno, qué quieren, no  alcanzaba para todos!”  Es que a María Elena le puede faltar  lo que  quieran. Es más, se le puede pedir cualquier cosa. Salvo la leche.

© Juan José Mestre.




No hay comentarios.: