domingo, septiembre 09, 2012

LA CONFUSIÓN




La tarde era muy lluviosa. Muy lluviosa y oscura. Pero yo igualmente fui a la  casa de Lilia Martino para estudiar algo con Leti en ese sábado inclemente. A los pocos minutos  se desató una tormenta de aquellas. Como obvia consecuencia, se cortó la luz y se acabaron los estudios. Por suerte, la planta alta de la casa está conectada a otra fase y allí había luz. Allí nos mudamos, ya para merendar. Lilia nos obsequió con un tentempié tan suculento como sólo ella podía hacer. Comimos hasta el hartazgo y al terminar, Leti me dijo que no valía la pena seguir porque incluso allí se veía muy poco a causa de la baja tensión. Llamamos a mi padre y nos quedamos a  esperar su llegada. Cuando sonó el timbre (el del  antiguo estudio jurídico que, curiosamente, estaba conectado a la fase que tenía electricidad), Lilia se lanzó escaleras abajo. Hay que decir que tenía problemas de visión, pero al mismo tiempo su carácter ansioso y apresurado la llevaba a menudo falsas conclusiones. Y exactamente eso fue lo que pasó: con la puerta abierta a medias dijo: “¡Buenas tardes señora de Mestre!”  Nosotros, que bajábamos despaciosamente las escaleras en la penumbra de esa noche prematura, vimos la silueta de mi viejo que lucía exactamente como ilustra la figura y Leti que decía con vos ronca:” Mamá, no seas tontuela…  ¡¡¡Es el papá del Flaco!!!” Tontuela no fue precisamente la palabra que usó, pero Lilia ni se inmutó y simplemente dijo: “Y bueno che: me equivoqué”. De la mudez de mi viejo nadie dijo nada.

© Juan José Mestre.

1 comentario:

Carlos Alberto Roldán dijo...

Es pa seguirla, Juanjo. Primeros platitos de un aperitivo que se siguen con almuerzo de aquellos...