sábado, septiembre 29, 2012

EL PINCHE




Mis manos siempre fueron todo un tema. Incapaz yo de dominarlas, requerían toda una terapia especializada para que , medianamente, me fueran de alguna utilidad. Por supuesto, en Venado no había nadie que hiciera rehabilitación. . pero yo podía menos que caer parado. La señora Zulma Mouguelar, mi primera maestra, tenía una imaginación y creatividad poco comunes e inventaba los más variados ejercicios para ir dominando mi indómito pulso. Por ejemplo, dibujaba animalitos en cartulina y yo debía pinchar el contorno para que se recortaran, tal como ahora se hace con los troqueles de medicamentos. Para tal fin, me valía de un pinche y una almohadilla (también inventados por ella). El  primero no era más que una aguja de coser incrustada en un corcho. Al principio ella me llevaba la mano, luego me dejó solo. Me llevó meses hacerlo. Era un sufrimiento atroz por los pinchazos en la mano izquierda y por la frustración de no lograr hacer un agujero medianamente cercano al otro. El día que logré desprender el elefante del rectángulo, el placer fue mayúsculo. Nunca olvidaré la sonrisa tierna de esa mujer delicada, cuidadosa, casi sobreprotectora que hacía su trabajo con mucho más amor del requerido. Si  hoy estoy escribiendo esto, es mérito casi exclusivo de ella. Hace unos pocos meses la vi. Charlamos un ratito y se fue. Más o menos como si nos dijéramos “hasta mañana” y ella tuviera que ir a preparar la tarea para el día siguiente.

© Juan José Mestre.

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